jueves, 11 de diciembre de 2014

El sacerdocio bautismal o común, por el P. Javier Sánchez Martínez

Hay que recordar que, por el bautismo, participamos todos del sacerdocio de Cristo: somos sacerdotes, profetas y reyes. Es una impronta del Espíritu Santo en nosotros que marca y configura cuanto somos y hacemos. Somos sacerdotes por el bautismo -se llama "sacerdocio común-.

El Concilio Vaticano II, en la Constitución Lumen Gentium, aludía a este carácter sacerdotal de todo el pueblo cristiano por el bautismo. Decía:

"Cristo Señor, Pontífice tomado de entre los hombres (cf. Hb 5,1-5), de su nuevo pueblo «hizo... un reino y sacerdotes para Dios, su Padre» (Ap 1,6; cf. 5,9-10). Los bautizados, en efecto, son consagrados por la regeneración y la unción del Espíritu Santo como casa espiritual y sacerdocio santo, para que, por medio de toda obra del hombre cristiano, ofrezcan sacrificios espirituales y anuncien el poder de Aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz (cf. 1 P 2,4-10). Por ello todos los discípulos de Cristo, perseverando en la oración y alabando juntos a Dios (cf. Hch 2,42-47), ofrézcanse a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios (cf. Rm 12,1) y den testimonio por doquiera de Cristo, y a quienes lo pidan, den también razón de la esperanza de la vida eterna que hay en ellos (cf. 1 P 3,15).

El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque diferentes esencialmente y no sólo en grado, se ordenan, sin embargo, el uno al otro, pues ambos participan a su manera del único sacerdocio de Cristo. 

El sacerdocio ministerial, por la potestad sagrada de que goza, forma y dirige el pueblo sacerdotal, confecciona el sacrificio eucarístico en la persona de Cristo y lo ofrece en nombre de todo el pueblo a Dios. Los fieles, en cambio, en virtud de su sacerdocio regio, concurren a la ofrenda de la Eucaristía y lo ejercen en la recepción de los sacramentos, en la oración y acción de gracias, mediante el testimonio de una vida santa, en la abnegación y caridad operante" (LG 10).

Fijémonos en algunos puntos de la doctrina de la Iglesia sobre nuestro sacerdocio bautismal:

  • somos consagrados a Dios, ¡consagrados!,
  • vivir ofreciendo sacrificios espirituales (ofrendas de justicia, de paciencia, de amabilidad, de comprensión, de puntualidad...)
  • perseverando en la oración ante Dios, alabando, contemplando, intercediendo
  • se ofrecen a Dios, le entregan todo al Señor: sus trabajos, sus afanes, sus molestias, sus contrariedades, el comer, el beber, el dormir, ¡para gloria Dios!, y todo por amor de Cristo Jesús
  • en la liturgia saben que participar no es intervenir, sino ofrecerse junto con Cristo.

Nuestro sacerdocio bautismal no es un "invento reciente", una moda pasajera que atacase la dignidad del sacerdocio ministerial, porque son órdenes distintos. Nuestro sacerdocio bautismal es considerado en la Tradición de la Iglesia; por ejemplo, un bello y claro sermón de san Pedro Crisólogo:

¡Oh inaudita riqueza del sacerdocio cristiano: el hombre es, a la  vez, sacerdote y víctima! El cristiano ya no tiene que buscar fuera  de sí la ofrenda que debe inmolar a Dios: lleva consigo y en sí  mismo lo que va a sacrificar a Dios. Tanto la víctima como el  sacerdote permanecen intactos: la víctima sacrificada sigue  viviendo, y el sacerdote que presenta el sacrificio no podría matar esta víctima. Misterioso sacrificio en que el cuerpo es ofrecido sin inmolación  del cuerpo, y la sangre se ofrece sin derramamiento de sangre. Os  exhorto, por la misericordia de Dios -dice-, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva.

Este sacrificio, hermanos, es como una imagen del de Cristo que, permaneciendo vivo, inmoló su cuerpo por la vida del mundo: él hizo efectivamente de su cuerpo una hostia viva, porque, a pesar de haber sido muerto, continúa viviendo. En un sacrificio como éste, la muerte tuvo su parte, pero la víctima permaneció viva, la muerte resultó castigada, la víctima, en cambio, no perdió la vida. Así también, para los mártires, la muerte fue un nacimiento: su fin, un principio, al ajusticiarlos encontraron la vida y, cuando, en la tierra, los hombres pensaban que habían muerto, empezaron a brillar resplandecientes en el cielo.

Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva. Es lo mismo que ya había dicho el  profeta: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has  preparado un cuerpo.

Hombre, procura, pues, ser tú mismo el sacrificio y el sacerdote de Dios. No desprecies lo que el poder de Dios te ha dado y concedido. Revístete con la túnica de la santidad, que la castidad sea tu ceñidor, que Cristo sea el casco de tu cabeza, que la cruz defienda tu frente que en tu pecho more el conocimiento de los misterios de Dios, que tu oración arda continuamente, como perfume de incienso: toma en tus manos la espada del Espíritu haz de tu corazón un altar, y así, afianzado en Dios, presenta tu cuerpo al Señor como sacrificio. Dios te pide la fe, no desea tu muerte; tiene sed de tu entrega, no de tu sangre; se aplaca, no con tu muerte; sino con tu buena voluntad" (Serm. 108).

Cada circunstancia que vivimos, cada momento de la jornada, cada actividad, cada trabajo, son materia más que suficiente para ofrecerla a Dios, realizándola y viviéndola en su Amor. Es de suma importancia captar esta dimensión sobrenatural de la realidad cotidiana; elevar al plano sobrenatural lo cotidiano, lo ordinario. Por eso la liturgia en el rezo de las Laudes ofrece a Dios la jornada con las preces de santificación. También entró en la piedad la costumbre del ofrecimiento de obras por la mañana. Posee, como vemos, un alto valor espiritual y teológico.

Nada queda excluido de este ofrecimiento sacerdotal, todo queda incluido.

El corazón del cristiano es un altar en que se ofrece todo, convirtiendo el mundo entero, lo profano, en un templo sagrado, cósmico (si se puede decir así), que queda santificado.a

Altar es la fábrica y la tienda, altar es la oficina y el despacho, altar es la mesa de estudio y la cocina, altar es el camión y el restaurante, altar es el lugar en que un cristiano en el mundo lo santifica todo elevándolo a Dios. Y altar, por ejemplo, y no menos importante, es el lecho del dolor, la cama del enfermo, con un infinito valor a los ojos de Dios:

"La Iglesia, como buena Madre, os lleva en su corazón [a los enfermos]; contempla en vosotros el dulce rostro de Cristo doliente. Reza constantemente por vosotros, para que el lecho del dolor en que os encontráis, se transforme en altar donde os ofrezcáis a Dios, para su gloria y para la salvación del mundo entero" (Juan Pablo II, Disc. a los enfermos, Córdoba (Argentina), 8-abril-1987).

Fuente: religionenlibertad.com

sábado, 8 de noviembre de 2014

Primera catequesis bautismal (tercera parte)

QUEREMOS UNA VIDA Y UN MUNDO MEJOR PARA NUESTROS HIJOS/AS

TERCERO:

La tercera creencia "básica" de nuestra catequesis bautismal suele ser una de las más difíciles de explicar de modo que tenga sentido para la manera de pensar de hoy. Me refiero al bautismo y al pecado original.

La caída (pecado) de Adán y Eva y cómo ese pecado afecta a las personas; cómo ese pecado es borrado en el bautismo, atraviesa una profunda crisis de sentido. La mayoría de las personas entienden las palabras que utilizamos al hablar del pecado original pero no saben de qué estamos hablando.

Yo les digo a los padres y padrinos que al pedir el sacramento del bautismo para su hijo o ahijado "me están diciendo que desean una vida y un mundo mejor para esta persona. Ustedes desean que el/ella no cometa los mismos errores, fracasos, pecados, que ustedes (nosotros) hemos cometido. Al mismo tiempo, ustedes reconocen que necesitan ayuda (de la Iglesia, de Dios, de todos), para que su hijo sea mejor de lo que nosotros somos"

"Por eso, están ustedes aquí. Humildemente reconocemos que a menudo hacemos el mal que no queremos y no hacemos el bien que deseamos hacer. Esta es nuestra experiencia del pecado original. No deseamos esto para los hijos y pedimos a Dios que los (y nos) purifique con el agua del bautismo y renueve sus bendiciones sobre todos nosotros."

Fin de la Primera Catequesis Bautismal

Primera Catequesis Bautismal (segunda parte)


....MARTINEZ, SANDOVAL, PUJOL, O'MALLEY, MURRAY..., Y TAMBIEN "CRISTIANO/A"

SEGUNDO:

"Al pedir el sacramento del bautismo", les digo, "reconocéis que vuestro hijo es parte de una familia más grande que los Martínez, Sandoval, Pujol, O'Malley, Murray..." Al recibir el sacramento del bautismo entramos a formar parte de la Iglesia, que es una familia de familias.

Por eso, todos los cristianos tenemos unos derechos y unas responsabilidades como miembros de esta gran familia que es la Iglesia. Por ejemplo, ustedes tienen la responsabilidad de traer a su hijo a la Iglesia al menos el Domingo, que es el día que los cristianos celebramos nuestra fe y la resurreción del Señor.

La familia cristiana se reúne, se encuentra..., todos los domingos para compartir y celebrar su fe. Si ustedes no vienen, si su hijo o ahijado no viene a la Iglesia, entonces la familia no está al completo, faltan algunos... y ustedes saben muy bien que una celebración familiar se resiente cuando faltan miembros de la familia. Por eso, si ustedes quieren que estos niños formen parte de la familia cristiana, tráiganlos a la iglesia al menos el domingo.

La iglesia, por su parte, al aceptar a su hijo como miembro de la familia acepta al mismo tiempo la responsabilidad de acompañarlo en su crecimiento humano y espiritual; por eso, la iglesia está con ustedes al menos durante la celebración de los sacramentos, y reza siempre por su hijo. Yo, por mi parte, como sacerdote al servicio de esta familia (Iglesia), acepto la responsabilidad de estar disponible siempre que ustedes necesiten dirección espiritual, oración, comunión, reconciliación...

Tercero:
(continuará)

Primera catequesis bautismal (primera parte)



"NO SOMOS 'DUEÑOS' DE LA VIDA"

Ayer tuvimos catequesis bautismal en la parroquia. La sala estaba llena de papás, mamás, padrinos y madrinas. También había un par de "babies". Todos eran católicos, más o menos practicantes, menos una pareja que no pertenece a ninguna iglesia pero han aceptado que su hija sea bautizada y educada en la fe católica. A todos se les ve felices aunque tuvieron una jornada pesada de trabajo.

Cuando les pregunto si alguno de ellos puede explicarme el significado del sacramento del bautismo, la expresión de sus rostros es de alarma. "Vamos", les digo, "imagínense que tienen ante ustedes una persona que no es católica o creyente... y les preguntan "¿por qué bautizan a sus hijos?". ¿Qué les responden?"

Silencio. Sería ilustrativo compartir aquí algunas de las respuestas que he escuchado, pero me alargaría demasiado y no viene a cuento. Baste con decir que algunas explicaciones que me han dado son muy difíciles de entender incluso por mí.

Entonces les digo que voy a compartir con ellos algunas creencias "básicas" de nuestra fe católica y que al final de la catequesis deberían ser capaces de "dar razón" de lo que están pidiendo a la Iglesia de una manera que sea comprensible para un creyente y también para un no creyente.

Hay tres creencias muy sencillas que forman la primera parte de la catequesis de bautismo:

PRIMERO:

Unos padres/padrinos que piden el bautismo para su hijo/ahijado reconocen que la vida de esta persona es un don, un regalo, una gracia... Por eso, la vida de esta persona no les pertenece como les pertenece su casa, sus propiedades, o su cuenta bancaria.

"Ustedes", les digo, "al pedir el bautismo están reconociendo que no son los dueños de la vida de esta persona". "Si alguien puede decir que esta vida le pertenece, ese alguien es... Dios."

¿Entienden lo que digo? Veo a la pareja-sin-iglesia que se agarran la mano y asienten de una manera que me dice que sí, que por ahora, comprenden lo que digo.

Alguna vez, una pareja me ha dicho: "Comprendemos que no somos los dueños de la vida de nuestro hijo, pero, entonces, ¿qué somos?"

"Pues sois los que cuidáis de esa vida", les digo, "para que pueda desarrollarse en su totalidad: sus talentos, habilidades, capacidad de amar, de perdonar... Sois sus cuidadores, pero no sus dueños."

Esta creencia de nuestra fe es muy importante porque se traduce en el modo como damos la bienvenida y aceptamos a la persona que apadrinamos.

Segundo:
(continuará)

Cada vez hay en España más bautizos a los 7 años: sin bautizar de bebés, quieren hacer la comunión, por M. Arrizabalaga

«Mamá, quiero hacer la comunión». A sus 9 años, Carlota Barrio ha repetido con tanta convicción esta petición a su madre a lo largo de los últimos cursos que el próximo sábado 24 de mayo se vestirá de blanco para recibir la Primera Comunión en la parroquia de Nuestra Señora del Dolor del Colegio Fundación Caldeiro de Madrid.

«Mira que no vas a tener vestido, ni regalos, ni fiesta, que la harás con el uniforme del colegio», le dije, pero aún así me contestó que sí y eso que sabe que lo que digo lo cumplo», relata su madre Carolina Fernández.

— Cristianos contra pronóstico

A Carlota, como a su hermano pequeño, no les bautizaron de pequeños. Su padre no es creyente y dejaron que fueran ellos quienes tomaran su decisión más adelante cuando estuvieran convencidos.

Por eso, preguntaron en varias ocasiones a su hija, intentando que no se dejara llevar por todo lo que rodea a la celebración. Un dato les llamaba la atención: su mejor amiga no iba a recibir el sacramento.

«Ha tenido todas las opciones y ha elegido que sí. Ella la va a hacer convencida. Irá con un vestido porque mi madre se lo regala, pero sabe que no va a tener regalos y que solo nos vamos a ir la familia a comer, nada más», asegura Fernández.

El pasado enero fue bautizada junto a otra docena de niños que, en su mayoría, han celebrado o celebrarán en los próximos días su Primera Comunión.

Fue el bautismo de niños de catequesis más multitudinario de los últimos años en esta parroquia. Entre ellos se encontraban Diego y Sofía, dos hermanos de 8 y 7 años que la harán el año que viene y que tampoco fueron bautizados al nacer.

«Queríamos dejarles a ellos la decisión, así lo hicimos con su hermano mayor y lo haremos con el pequeño», dice Beatriz, su madre.

«Son experiencias nuevas que están surgiendo alrededor de esta celebración», señala Juan Luis Martín Barrios, director del Secretariado de Catequesis de la Conferencia Episcopal Española, que explica cómo «con motivo de la Primera Comunión, niños que no habían sido bautizados piden ahora el bautismo».

En el caso de los adultos, tras un proceso catequético reciben el bautismo, la comunión y la confirmación en una misma celebración, a la que no acompaña el el boato social de las primeras comuniones infantiles.

— Algunas cifras españolas

La Conferencia Episcopal no ha cuantificado cuántos de los 250.000 niños que cada año reciben la Primera Comunión han sido bautizados para ello poco antes.

Solo que en 37 de las 69 diócesis fueron 1.269 niños en 2011.

Ese mismo año y en esas mismas 37 diócesis recibieron el bautismo 165 adultos «y se iniciaban en la fe otros 260 para 2012», señala Martín Barrios, quien advierte de que «el caso de adultos que no recibieron la fe de sus padres y ahora la solicitan también está creciendo en España».

Según la Oficina de Estadística y Sociología de la Iglesia, un total de 10.345 personas mayores de 7 años fueron bautizadas en 2011, 2.323 más que en 2005.

— Contra «tantos gastos superfluos»

«La Iglesia ha cuidado la significatividad del sacramento, pero siempre ha procurado que fuera en la sencillez y en la dignidad. Ha sido nuestra sociedad de consumo la que se ha metido de lleno en las celebraciones sacramentales de la Primera Comunión, igual que en las bodas», señala Martín Barrios, que se muestra contrario a «tantos gastos superfluos».

«Nos preocupa más, como preocupó siempre, que el niño celebre lo que significa la Eucaristía, que sus padres y su familia le acompañen en la celebración y que no haya dispendios económicos, sociales… más aún en los tiempos de crisis», añade.

Los catequistas y sacerdotes piden a los niños «que no se centren en los regalos y que a la vez sea un día de poder compartir con los pobres».

El dinero que dejan los padres en la parroquia se destina fundamentalmente a ese fin vía Caritas, pero se intenta que sea también un acto catequético para los niños. Por eso piden que los propios menores entreguen una pequeña cantidad de lo que reciben a otros niños necesitados «para que tomen conciencia de lo que significa la relación de recibir la eucaristía y la caridad con los pobres», subraya Martín Barrios.

— Cuando sólo un padre se niega...

La decisión de los niños de hacer la Primera Comunión se topa en ocasiones con la negativa de alguno de los padres, sobre todo en los casos de separaciones o divorcios. «Nos llegan cartas de padres separados que pretenden que no se les dé la comunión a sus hijos», relata el director del Secretariado de Catequesis, que explica cómo «si el padre o la madre acompañan al niño que quiere hacer la comunión, la Iglesia no puede negársela porque es un derecho del niño».

Para que un niño reciba la Primera Comunión no es necesario que sus padres sean cristianos, «ni incluso para bautizar a un niño», señala Martín Barrios. Sí se pide a los padrinos que reúnan las condiciones necesarias porque «¿cómo va a apadrinar la fe de un niño quien no ha confirmado la suya?», se pregunta.

— Adelantar o retrasar la edad

Los niños deben asistir a dos años de catequesis que por lo general comienza a los 8 años para realizar la Primera Comunión en torno a los 9 años, en 3º de Primaria, la edad que desde los años 70 se estima adecuada.

«En el Código de Derecho Canónigo se dice que debe hacerse “con el uso de razón”», explica el sacerdote, quien recuerda cómo antes se tomaba a los 6-7 años, pero ahora «los niños tienen todas las experiencias posibles antes de lo que teníamos nosotros, pero maduran más tarde. Lo que se pide es que tengan la madurez necesaria para conocer lo esencial de lo que celebran».

Por eso, Martin Barrios se muestra en contra de adelantar la edad en España, un debate que sigue presente. «Ahora mismo hay un niño que va a hacer la primera comunión en la parroquia que atiendo en un pueblecito de 250 habitantes al que yo le hubiera dado la Primera Comunión a los 7 años. ¿Qué ocurre? Que en las mismas circunstancias hay niños que no pisan la Iglesia, que no vienen a catequesis... esos niños no estarían preparados a esa edad». Añade que es un tema delicado «porque depende de la familia, del ambiente que le rodea y de la madurez del niño».

Desde la Conferencia Episcopal se alienta para que el niño recorra un camino de iniciación cristiana desde la familia, pase por una etapa de despertar religioso a los 6 y 7 años antes de asistir a la catequesis de iniciación sacramental a los 8 y 9, con la Primera Penitencia y la Primera Comunión, y a partir de los 10 a 12 en adelante continúe su personalización de la fe para recibir la confirmación.

«Ahora nos centramos mucho en cómo se hace cristiano el niño, el adolescente… o el adulto. A un niño se le atiende, se le educa en la fe y cuando se cree conveniente que de acuerdo con su edad ha madurado en la fe se le da el sacramento», subraya Martín Barrios.

Fuente: abc.com

Del limbo de los niños muertos sin bautizar, por Luis Antequera

El 19 de abril de 2007 una Comisión teológica internacional dependiente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, publicaba con la autorización del Papa Benedicto XVI el texto “La esperanza de salvación para los niños que mueren sin bautismo”, un documento largo de más de 24.000 palabras y 135 notas a pie de página, llamado a convertirse en el pronunciamiento más explícito del Magisterio eclesiástico realizado hasta la fecha sobre la existencia o no de un lugar llamado “limbo” al que irían a parar los niños que sin haber cometido pecados propios, no habían sido rescatados tampoco del pecado original por no haber recibido aún el bautismo.

Quizás el caso más extremo que presenta el dilema entre los dos principios que se combina en la teoría cristiana de la salvación, a saber: “la voluntad salvífica universal de Dios (cf. 1 Tm 2,4), y las que conciernen a la necesidad del Bautismo como la vía para ser liberados del pecado y conformados con Cristo (cf. Mc 16,16; Mt 28,18-19)”, expresamente mencionados los dos en el documento.

Pues bien, el documento en cuestión, tras explicitar que efectivamente “la enseñanza tradicional recurría [para explicar el destino escatológico de tales niños] a la teoría del limbo”; definir dicho limbo como el “estado en el que las almas de los niños que mueren sin bautismo no merecen el premio de la visión beatífica, a causa del pecado original, pero no sufren ningún castigo, ya que no han cometido pecados personales”; aclarar que “esta teoría, elaborada por los teólogos a partir de la Edad Media, nunca ha entrado en las definiciones dogmáticas del Magisterio” pero reconocer al mismo tiempo que “el mismo Magisterio la ha mencionado en su enseñanza hasta el concilio Vaticano II”; y apostillar que “el destino de los niños no bautizados continúa siendo un caso límite en la investigación teológica” a partir del reconocimiento de que “ninguna respuesta explícita acerca del tema objeto de nuestro estudio viene de la Revelación tal como se contiene en la Sagrada Escritura y en la Tradición”, realiza esta declaración que me parece su mejor resumen:

“Por consiguiente, además de la teoría del limbo (que continúa siendo una opinión teológica posible), puede haber otros caminos que integren y salvaguarden los principios de fe fundados en la Escritura”.

Y aún con mayor claridad esta otra:

“Se ha de reconocer claramente que la Iglesia no tiene un conocimiento cierto de la salvación de los niños que mueren sin Bautismo”.

En resumen, el limbo... en el limbo.

Fuente: religionenlibertad.com

¿Desde cuándo se imparte el bautismo a los niños?, por Luis Antequera


Hay cosas que uno ni se le ocurre plantearse si siempre fueron como hoy las contemplamos o en otro momento fueron diferentes. Y una de esas tal vez sea la que cabe definir como “bautismo de infantes”, una ceremonia con un carácter netamente iniciático equiparable, desde tal punto de vista aunque no desde muchos más, a otra del ámbito judío cual es la de la circuncisión, producida al octavo día del nacimiento con la que también coincide en que en ambas recibe la persona el nombre por el que será conocido en la comunidad.

Pero lo cierto es que no siempre el bautismo lo recibieron entre los cristianos los niños. A pesar de haber nacido en una familia cristiana, de ser un personaje de peso dentro de la comunidad cristiana y con 34 años de edad, nada menos que todo un San Ambrosio apenas era un catecúmeno sin bautizar cuando es elegido para ejercer una dignidad de la importancia del episcopado de Milán.

Y es que aunque más de uno sería bautizado en edad infantil como podría interpretarse de algunos episodios recogidos en los Hechos de los Apóstoles, lo cierto es que el “bautismo de infantes” aún tardará su tiempo en imponerse.

Hipólito de Roma (m.236) en su Tradición apostólica nos detalla el proceso bautismal, que se iniciaba con un catecumenado o aprendizaje de tres años previo a la ceremonia, y recaía siempre sobre adultos. El ritual bautismal tenía lugar en fechas señaladas (domingo, pascua, pentecostés); contenía una serie de ceremonias anteriores (expulsión del demonio, unción prebautismal); tenía lugar por inmersión en agua simultánea a una confesión de fe trinitaria; y se culminaba con la imposición de manos, signación en la frente y unción con el crisma (mezcla de aceite de oliva y bálsamos) por el obispo. A continuación, el bautizando recibía por primera vez la eucaristía, con lo que vemos unidos tres rituales que la vida cristiana contemporánea separa perfectamente: bautismo, primera comunión y confirmación. El ritual tomaba forma dialogante entre oficiante y bautizando. En su obra Sobre el bautismo, Tertuliano (160-h.220) procede a la normalización del ritual.

La expansión del cristianismo y su legalización generalizará el nacimiento de niños en hogares que ya son cristianos, a partir tal vez del s. IV más-menos, fenómeno que va a tener tres grandes consecuencias por lo que al bautismo se refiere.

En primer lugar, éste empieza a celebrarse cualquier día, sin esperar a las fechas señaladas.

En segundo lugar, se abre la posibilidad de que el obispo delegue sus funciones en lo concerniente al ritual bautismal, lo cual tiene más importancia de la que parece, pues el desdoblamiento del bautismo en dos ceremonias, la inmersión y sus complementos, celebrable por el presbítero, y la unción, sólo oficiable por el obispo, implicará la aparición de un nuevo sacramento, la confirmación.

Y en tercer lugar y lo que a los efectos nos interesa aquí, se impone el bautizo infantil a tempranísima edad, con lo cual la fórmula “yo te bautizo”, cuya utilización nos consta desde el s. VII, sustituye a la fórmula dialogante.

El bautismo de infantes va a promover un áspero debate sobre la preparación que ha de darse en el receptor de un sacramento. Los contrarios a él se escudan en la falta de disposición de un niño para recibir un sacramento y en el inexistente mandato en tal sentido en las Escrituras.

San Agustín (n.354-m.430) sostiene que es necesario para la salvación de los niños, y el Papa Inocencio III (1198-1216) argumenta que de la misma manera que una persona incurre en el pecado original sin su consentimiento, puede ser librado de él sin su consentimiento.

Fuente: religionenlibertad.com

"El caso de la pequeña Umma es como el de cualquier persona que pide el bautismo"

El Arzobispo de Córdoba (Argentina), Mons. Carlos Ñáñez, lamentó la manipulación de la prensa sobre el Bautismo de una bebé -hija biológica de una lesbiana que la cría con su pareja- y explicó por qué la pequeña Umma Azul puede recibir este sacramento.

La niña es hija biológica de Soledad Ortiz, una mujer que hace un año se unió legalmente en “matrimonio igualitario” con Karina Villarroel. El sacramento del Bautismo será celebrado en la Catedral de Córdoba este sábado 5 de abril. Mons. Ñáñez señaló que el caso de la pequeña Umma “es como el de cualquier persona que pide el Bautismo”.

“El Bautismo lo va a recibir la niña. El derecho es de ella, el derecho es de la niña”, subrayó. El Prelado desmintió a diversos medios de comunicación que indicaron que él se había reunido con la pareja de lesbianas e incluso habría autorizado celebrar la Confirmación de ambas.

“Primero, yo no he hablado con estas personas. Segundo, de ninguna manera yo he dado alguna autorización con respecto a la Confirmación. Tercero, que ellas vinieron por acá, sin hablar conmigo, ya con indicaciones precisas fueron encaminadas a una parroquia, donde tenían que hacer los requisitos necesarios para la preparación del Bautismo. Su madre y los padrinos elegidos”.

Mons. Ñáñez señaló además que este caso “ya lo he hablado y lo he explicado al Cardenal (Antonio) Cañizares, Prefecto de la Congregación para la Disciplina de los Sacramentos, así que ya está en conocimiento de la Santa Sede”.

Uno de los compromisos que asumen los padres de un niño al bautizarlo es educarlo en la fe cristiana. Sobre este punto, Mons. Ñáñez indicó que “ese es el compromiso que tiene que asumir su madre, y el compromiso que los padrinos tienen que hacer”.

“En eso, yo creo que se juega la buena fe de las personas. También entre nosotros acuden muchas personas a pedir el Bautismo para sus hijos, nosotros hacemos fe a su buena disposición, pero no tenemos absoluta seguridad de que ellos por una parte vayan a respetar eso o de que su vida esté en total consonancia con los principios evangélicos”.

El Arzobispo argentino explicó que “la Iglesia en eso se muestra como una madre misericordiosa y amplia, para abrir las puertas de la salvación. El Bautismo es el derecho de toda persona humana, y creo que también el Santo Padre, en este sentido, desde cuando era Arzobispo de Buenos Aires siempre impulsó una actitud de apertura amplia para la administración de estos sacramentos”.

Al referirse a la posibilidad de que la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, sea la madrina de la niña, tal como habría pedido la pareja de lesbianas, Mons. Ñáñez remarcó que “el párroco ya tiene las instrucciones de que por lo menos un padrino tiene que comprometerse a garantizar la educación” cristiana de Umma. El Prelado rechazó la manipulación de los medios de comunicación sobre este caso.

“Esto es una cosa que ha sido instrumentado por los medios de comunicación, y la verdad todo el revuelo que se hace es una desmesura con respecto a eso. Se trata del Bautismo de una niña que tiene el derecho a recibir este sacramento, y en la medida de lo posible, nosotros tratamos de asegurar las condiciones para que sea correctamente administrado”, indicó.

El Arzobispo de Córdoba indicó que “los medios de comunicación son muchos instrumentados, y hay personas que instrumentan y en distintas instancias deforman la realidad de los hechos”. “También nosotros tenemos que tener una mirada crítica. No todo lo que dicen los diarios o las agencias de prensa es la verdad”, concluyó.

Fuente: Aciprensa

El derecho canónico y el bautizo de la hija de una pareja de lesbianas, por Luis Fernando

Argentina va a asistir al que es, probablemente, el primer bautismo mediático de la hija de una pareja de lesbianas. Los medios de comunicación le están dando todo el bombo posible y, como argumento para apoyar tal acto, utilizan las palabras del Papa sobre el bautismo de madres solteras.

Al parecer en Argentina hubo sacerdotes que se oponían a realizar ese tipo de bautismos y el Papa, siendo cardenal y arzobispo de Buenos Aires, criticó tal hecho. Concretamente estas fueron sus palabras entonces:
"Éstos son los hipócritas de hoy. Los que clericalizaron a la Iglesia. Los que apartan al pueblo de Dios de la salvación. Y esa pobre chica que, pudiendo haber mandado a su hijo al remitente, tuvo la valentía de traerlo al mundo, va peregrinando de parroquia en parroquia para que se lo bauticen".

Se da además la circunstancia de que en Argentina otras dos lesbianas ya fueron protagonistas en el programa de televisión de un sacerdote muy “carismático”, el P. Ignacio Periés, que aprovechó la ocasión para hacer apología del matrimonio homosexual. La archidiócesis de Rosario le desautorizó públicamente pocos días después.

Estas lesbianas no querían cualquier templo, así que han elegido la catedral de Córdoba (obviamente la argentina, no la española) para bautizar a la criatura. Así lo explica la madre biológica:

“Tuve una audiencia con monseñor Carlos Ñáñez, arzobispo de Córdoba, para que diera la orden y me confirmó que en la Catedral no habrá ningún problema”.

Ahí no queda la cosa. Resulta que ambas han pedido a la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, que sea madrina del bautizo. No sabemos si la presidenta aceptará la invitación y si Mons. Ñáñez lo aceptará.

Ahora vamos a ver lo que dice el Código de Derecho Canónico, que se supone que sigue vigente. Al menos nadie nos ha dicho que ha quedado abrogado. ¿Cuál es la condición para que se bautice lícitamente un niño?:

868 § 1. Para bautizar lícitamente a un niño, se requiere:

1 que den su consentimiento los padres, o al menos uno de los dos, o quienes legítimamente hacen sus veces;

2 que haya esperanza fundada de que el niño va a ser educado en la religión católica; si falta por completo esa esperanza debe diferirse el bautismo, según las disposiciones del derecho particular, haciendo saber la razón a sus padres.

¿Cuál es la condición para ser padrino o madrina de un bautizo?:

872 En la medida de lo posible, a quien va a recibir el bautismo se le ha de dar un padrino, cuya función es asistir en su iniciación cristiana al adulto que se bautiza, y, juntamente con los padres, presentar al niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo.

Y

874 § 1. Para que alguien sea admitido como padrino, es necesario que:

3 sea católico, esté confirmado, haya recibido ya el santísimo sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir;

Vaya por delante que creo que no estamos ante un caso parecido al de una madre soltera que quiere bautizar un hijo. Una mujer católica ha podido tener un desliz, quedarse embarazada, seguir adelante con el embarazo sin que el padre quiera tener nada que ver con el mismo y, luego, ser una madre católica que eduque perfectamente a su hijo en la fe.

Pero dicho eso, ¿alguien cree que hay una esperanza fundada que la niña que va a ser bautizada será educada en la fe católica? ¿esas madres lesbianas están capacitadas para tal cosa? (*) Y si finalmente la presidenta de Argentina es madrina, ¿hay la más mínima posibilidad de que ella, defensora ardiente del matrimonio entre homosexuales, pueda colaborar en esa educación en la fe católica de la cría?

De momento, solo pregunto. Ustedes pueden intuir cuáles serían mis respuestas a esas preguntas. Conste que no soy partidario de dificultar el bautismo de niños, pero si la Iglesia ha puesto unas condiciones concretas para que se produzca el mismo, ¿quién es nadie para saltárselas a la torera?

La realidad es que los medios de comunicación seculares van a presentar ese bautizo como un triunfo del lobby gay y una “prueba” de que la Iglesia acabará aceptando, antes o después, las uniones homosexuales.

Por mucho que algunos, o incluso una multitud, digamos que eso no es posible, dará igual. Muchísimos fieles, que no saben siquiera de la existencia de esas leyes canónicas y no forman su fe en medios católicos fieles al magisterio, llegarán a la conclusión de que esos medios de comunicación tienen la razón. Es más, creo legítimo preguntarse hasta qué punto una decisión así puede quedar en manos de un solo obispo, siendo que estamos ante un acto que va a tener repercusión mundial y puede poner a los pies de los caballos a párrocos y obispos que crean imposible que una pareja de lesbianas, que ha tenido una hija mediante fecundación artificial, puede educar en la fe católica a nadie.

Luis Fernando Pérez Bustamante

(*) La cosa cambiaría si alguno de los abuelos de la niña se comprometiera a educarla en la fe católica y las madres lo aceptaran. Pero en ese caso, dado el escándalo público que se está formando, debería de aclararse de forma igualmente pública, para no confundir a los fieles… y a los “infieles".

Fuente: infocatolica.com

La Iglesia argentina permite el bautizo de la hija de dos lesbianas

La hija de un matrimonio formado por dos mujeres será bautizada en Argentina, convirtiéndose así en el primer bautismo de estas características en una iglesia católica en el país natal del papa Francisco.

El bautizo se realizará el sábado 5 de abril (2014) en la catedral Nuestra Señora de la Asunción de Córdoba (a 700 km al norte de Buenos Aires) en una ceremonia que fue autorizada por el arzobispo de la ciudad y en la que las dos madres desearían que la madrina fuera nada más y nada menos que la presidenta Cristina Kirchner.

"No hay motivo para que la niña no sea bautizada, porque se cumplen todos los requisitos que la Iglesia demanda", explicaba Gustavo Loza, portavoz de la oficina de prensa del arzobispado de Córdoba.

Una de las madres de la niña, Karina Villarroel, relataba los pormenores de la audiencia que mantuvo con monseñor Ñañez: "Me dijo que no había problema por que mi hija fuera bautizada en la catedral", contaba esta agente de policía argentina.

Según la feliz madre, quien se casó con Soledad Ortiz en diciembre del 2012, se trata de la primera pareja homoparental que bautiza a su hijo en Argentina, donde un 75 % de la población es católica.

Fuente: religiondigital.com

Derecho Canónico: De la prueba y anotación del bautismo administrado, nn.875-878

Capítulo V: DE LA PRUEBA Y ANOTACIÓN 
DEL BAUTISMO ADMINISTRADO

875 Quien administra el bautismo procure que, si falta el padrino, haya al menos un testigo por el que pueda probarse su administración.

876 Si no se causa perjuicio a nadie, para probar el bautismo basta la declaración de un solo testigo inmune de toda sospecha, o el juramento del mismo bautizado, si recibió el sacramento siendo ya adulto.

877 § 1. El párroco del lugar en que se celebra el bautismo debe anotar diligentemente y sin demora en el libro de bautismo el nombre de los bautizados, haciendo mención del ministro, los padres, padrinos, testigos, si los hubo, y el lugar y día en que se administró, indicando asimismo el día y lugar del nacimiento.

§ 2. Cuando se trata de un hijo de madre soltera, se ha de inscribir el nombre de la madre, si consta públicamente su maternidad o ella misma lo pide voluntariamente por escrito o ante dos testigos; y también se ha de inscribir el nombre del padre, si su paternidad se prueba por documento público o por propia declaración ante el párroco y dos testigos; en los demás casos, se inscribirá sólo el nombre del bautizado, sin hacer constar para nada el del padre o de los padres.

§ 3. Si se trata de un hijo adoptivo, se inscribirá el nombre de quienes lo adoptaron y también, al menos si así se hace en el registro civil de la región, el de los padres naturales, según lo establecido en los § § 1 y 2, teniendo en cuenta las disposiciones de la Conferencia Episcopal.

878 Si el bautismo no fue administrado por el párroco ni estando él presente, el ministro, quienquiera que sea, debe informar al párroco de aquella parroquia en la cual se administró el sacramento, para que haga la inscripción según indica el c. 877 § 1.

Derecho Canónico: De los padrinos, nn.872-874

Capítulo IV: DE LOS PADRINOS

872 En la medida de lo posible, a quien va a recibir el bautismo se le ha de dar un padrino, cuya función es asistir en su iniciación cristiana al adulto que se bautiza, y, juntamente con los padres, presentar al niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo.

873 Téngase un solo padrino o una sola madrina, o uno y una.

874 § 1. Para que alguien sea admitido como padrino, es necesario que:

1. haya sido elegido por quien va a bautizarse o por sus padres o por quienes ocupan su lugar o, faltando éstos, por el párroco o ministro; y que tenga capacidad para esta misión e intención de desempeñarla;

2. haya cumplido dieciséis años, a no ser que el Obispo diocesano establezca otra edad, o que, por justa causa, el párroco o el ministro consideren admisible una excepción;

3. sea católico, esté confirmado, haya recibido ya el santísimo sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir;

4. no esté afectado por una pena canónica, legítimamente impuesta o declarada;

5. no sea el padre o la madre de quien se ha de bautizar.

§ 2. El bautizado que pertenece a una comunidad eclesial no católica sólo puede ser admitido junto con un padrino católico, y exclusivamente en calidad de testigo del bautismo.

Derecho Canónico: De los que van a ser bautizados, nn.864-871

Capítulo III: DE LOS QUE VAN A SER BAUTIZADOS

864 Es capaz de recibir el bautismo todo ser humano aún no bautizado, y sólo él.

865 § 1. Para que pueda bautizarse a un adulto, se requiere que haya manifestado su deseo de recibir este sacramento, esté suficientemente instruido sobre las verdades de la fe y las obligaciones cristianas y haya sido probado en la vida cristiana mediante el catecumenado; se le ha de exhortar además a que tenga dolor de sus pecados.

§ 2. Puede ser bautizado un adulto que se encuentre en peligro de muerte si, teniendo algún conocimiento sobre las verdades principales de la fe, manifiesta de cualquier modo su intención de recibir el bautismo y promete que observará los mandamientos de la religión cristiana.

866 A no ser que obste una causa grave, el adulto que es bautizado debe ser confirmado inmediatamente después del bautismo y participar en la celebración eucarística, recibiendo también la comunión.

867 § 1. Los padres tienen obligación de hacer que los hijos sean bautizados en las primeras semanas; cuanto antes después del nacimiento e incluso antes de él, acudan al párroco para pedir el sacramento para su hijo y prepararse debidamente.

§ 2. Si el niño se encuentra en peligro de muerte, debe ser bautizado sin demora.

868 § 1. Para bautizar lícitamente a un niño, se requiere:

1. que den su consentimiento los padres, o al menos uno de los dos, o quienes legítimamente hacen sus veces;

2. que haya esperanza fundada de que el niño va a ser educado en la religión católica; si falta por completo esa esperanza debe diferirse el bautismo, según las disposiciones del derecho particular, haciendo saber la razón a sus padres.

§ 2. El niño de padres católicos, e incluso de no católicos, en peligro de muerte, puede lícitamente ser bautizado, aun contra la voluntad de sus padres.

869 § 1. Cuando hay duda sobre si alguien fue bautizado, o si el bautismo fue administrado válidamente, y la duda persiste después de una investigación cuidadosa, se le ha de bautizar bajo condición.

§ 2. Los bautizados en una comunidad eclesial no católica, no deben ser bautizados bajo condición, a no ser que haya un motivo serio para dudar de la validez de su bautismo, atendiendo tanto a la materia y a la fórmula empleadas en su administración, como a la intención del bautizado, si era adulto, y del ministro.

§ 3. Si, en los casos de que tratan los § § 1 y 2, hay duda sobre la administración del bautismo o sobre su validez, no se debe administrar el sacramento antes de que se haya enseñado la doctrina sobre el mismo a quien ha de recibirlo, si es adulto, y se hayan manifestado a él, o a sus padres si se trata de un infante, los motivos por los cuales es dudosa la validez del bautismo anteriormente celebrado.

870 El niño expósito o que se halló abandonado, debe ser bautizado, a no ser que conste su bautismo después de una investigación diligente.

871 En la medida de lo posible se deben bautizar los fetos abortivos, si viven.

Derecho Canónico: Del ministro del Bautismo, nn.861-863

Capítulo II: DEL MINISTRO DEL BAUTISMO

861 § 1. Quedando en vigor lo que prescribe el c. 530,1, es ministro ordinario del bautismo el Obispo, el presbítero y el diácono.

§ 2. Si está ausente o impedido el ministro ordinario, administra lícitamente el bautismo un catequista u otro destinado para esta función por el Ordinario del lugar, y, en caso de necesidad, cualquier persona que tenga la debida intención; y han de procurar los pastores de almas, especialmente el párroco, que los fieles sepan bautizar debidamente.

862 Exceptuando el caso de necesidad, a nadie es lícito bautizar en territorio ajeno sin la debida licencia, ni siquiera a sus súbditos.

863 Ofrézcase al Obispo el bautismo de los adultos, por lo menos el de aquellos que han cumplido catorce años, para que lo administre él mismo, si lo considera conveniente.

Derecho Canónico: De la celebración de Bautismo, nn.850-860

Capítulo I:  DE LA CELEBRACIÓN DEL BAUTISMO

850 El bautismo se administra según el ritual prescrito en los libros litúrgicos aprobados, excepto en caso de necesidad urgente, en el cual deben cumplirse sólo aquellas cosas que son necesarias para la validez del sacramento.

851 Se ha de preparar convenientemente la celebración del bautismo; por tanto:

1. el adulto que desee recibir el bautismo ha de ser admitido al catecumenado y, en la medida de lo posible, ser llevado por pasos sucesivos a la iniciación sacramental, según el ritual de iniciación adaptado por la Conferencia Episcopal, y atendiendo a las normas peculiares dictadas por la misma;

2. los padres del niño que va a ser bautizado, y asimismo quienes asumirán la función de padrinos, han de ser convenientemente ilustrados sobre el significado de este sacramento y las obligaciones que lleva consigo; y debe procurar el párroco, personalmente o por medio de otras personas, que los padres sean oportunamente instruidos con exhortaciones pastorales e incluso con la oración en común, reuniendo a varias familias, y visitándolas donde sea posible hacerlo.

852 § 1. Las disposiciones de los cánones sobre el bautismo de adultos se aplican a todos aquellos que han pasado de la infancia y tienen uso de razón.

§ 2. También por lo que se refiere al bautismo, el que no tiene uso de razón se asimila al infante.

853 Fuera del caso de necesidad, el agua que se emplea para administrar el bautismo debe estar bendecida según las prescripciones de los libros litúrgicos.

854 El bautismo se ha de administrar por inmersión o por infusión, de acuerdo con las normas de la Conferencia Episcopal.

855 Procuren los padres, los padrinos y el párroco que no se imponga un nombre ajeno al sentir cristiano.

856 Aunque el bautismo puede celebrarse cualquier día, es sin embargo aconsejable que, de ordinario, se administre el domingo o, si es posible, en la vigilia Pascual.

857 § 1. Fuera del caso de necesidad, el lugar propio para el bautismo es una iglesia u oratorio.

§ 2. Como norma general, el adulto debe bautizarse en la iglesia parroquial propia, y el niño en la iglesia parroquial de sus padres, a no ser que una causa justa aconseje otra cosa.

858 § 1. Toda iglesia parroquial ha de tener pila bautismal, quedando a salvo el derecho cumulativo ya adquirido por otras iglesias.

§ 2. El Ordinario del lugar, habiendo oído al párroco del lugar del que se trate, puede permitir o mandar que, para comodidad de los fieles, haya también pila bautismal en otra iglesia u oratorio dentro de los límites de la parroquia.

859 Si, por la lejanía u otras circunstancias, el que ha de ser bautizado no puede ir o ser llevado sin grave inconveniente a la iglesia parroquial o a aquella otra iglesia u oratorio de que se trata en el c. 858 § 2, puede y debe conferirse el bautismo en otra iglesia u oratorio más cercanos, o en otro lugar decente.

860 § 1. Fuera del caso de necesidad, no debe administrarse el bautismo en casas particulares, a no ser que el Ordinario del lugar lo hubiera permitido por causa grave.

§ 2. A no ser que el Obispo diocesano establezca otra cosa, el bautismo no debe celebrarse en los hospitales, exceptuando el caso de necesidad o cuando lo exija otra razón pastoral.

Derecho Canónico: Del Bautismo, can. 849

Código de Derecho Canónico
Libro IV: De la función de santificar la Iglesia
Parte I: De los sacramentos
Título I: DEL BAUTISMO (nn. 849 – 878)

849 El bautismo, puerta de los sacramentos, cuya recepción de hecho o al menos de deseo es necesaria para la salvación, por el cual los hombres son liberados de los pecados, reengendrados como hijos de Dios e incorporados a la Iglesia, quedando configurados con Cristo por el carácter indeleble, se confiere válidamente sólo mediante la ablución con agua verdadera acompañada de la debida forma verbal.

Catecismo: Resumen, nn.1275-1284

Resumen

1275 La iniciación cristiana se realiza mediante el conjunto de tres sacramentos: el Bautismo, que es el comienzo de la vida nueva; la Confirmación, que es su afianzamiento; y la Eucaristía, que alimenta al discípulo con el Cuerpo y la Sangre de Cristo para ser transformado en Él.

1276 "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28,19-20).

1277 El Bautismo constituye el nacimiento a la vida nueva en Cristo. Según la voluntad del Señor, es necesario para la salvación, como lo es la Iglesia misma, a la que introduce el Bautismo.

1278 El rito esencial del Bautismo consiste en sumergir en el agua al candidato o derramar agua sobre su cabeza, pronunciando la invocación de la Santísima Trinidad, es decir, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

1279 El fruto del Bautismo, o gracia bautismal, es una realidad rica que comprende: el perdón del pecado original y de todos los pecados personales; el nacimiento a la vida nueva, por la cual el hombre es hecho hijo adoptivo del Padre, miembro de Cristo, templo del Espíritu Santo. Por la acción misma del bautismo, el bautizado es incorporado a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y hecho partícipe del sacerdocio de Cristo.

1280 El Bautismo imprime en el alma un signo espiritual indeleble, el carácter, que consagra al bautizado al culto de la religión cristiana. Por razón del carácter, el Bautismo no puede ser reiterado (cf DS 1609 y 1624).

1281 Los que padecen la muerte a causa de la fe, los catecúmenos y todos los hombres que, bajo el impulso de la gracia, sin conocer la Iglesia, buscan sinceramente a Dios y se esfuerzan por cumplir su voluntad, pueden salvarse aunque no hayan recibido el Bautismo (cf LG 16).

1282 Desde los tiempos más antiguos, el Bautismo es dado a los niños, porque es una gracia y un don de Dios que no suponen méritos humanos; los niños son bautizados en la fe de la Iglesia. La entrada en la vida cristiana da acceso a la verdadera libertad.

1283 En cuanto a los niños muertos sin bautismo, la liturgia de la Iglesia nos invita a tener confianza en la misericordia divina y a orar por su salvación.

1284 En caso de necesidad, toda persona puede bautizar, con tal que tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia, y que derrame agua sobre la cabeza del candidato diciendo: "Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".

Catecismo: Sello espiritual indeleble..., nn.1272-1274

Sello espiritual indeleble...

1272 Incorporado a Cristo por el Bautismo, el bautizado es configurado con Cristo (cf Rm 8,29). El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble (character) de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación (cf DS 1609-1619). Dado una vez por todas, el Bautismo no puede ser reiterado.

1273 Incorporados a la Iglesia por el Bautismo, los fieles han recibido el carácter sacramental que los consagra para el culto religioso cristiano (cf LG 11). El sello bautismal capacita y compromete a los cristianos a servir a Dios mediante una participación viva en la santa Liturgia de la Iglesia y a ejercer su sacerdocio bautismal por el testimonio de una vida santa y de una caridad eficaz (cf LG 10).

1274 El "sello del Señor" (San Agustín, Epistula 98, 5), es el sello con que el Espíritu Santo nos ha marcado "para el día de la redención" (Ef 4,30; cf Ef 1,13-14; 2 Co 1,21-22). "El Bautismo, en efecto, es el sello de la vida eterna" (San Ireneo de Lyon, Demonstratio praedicationis apostolicae, 3). El fiel que "guarde el sello" hasta el fin, es decir, que permanezca fiel a las exigencias de su Bautismo, podrá morir marcado con "el signo de la fe" (Plegaria Eucarística I o Canon Romano), con la fe de su Bautismo, en la espera de la visión bienaventurada de Dios —consumación de la fe— y en la esperanza de la resurrección.

Catecismo: Vínculo sacramental de la unidad de los cristianos, nn.1271

Vínculo sacramental de la unidad de los cristianos

1271 El Bautismo constituye el fundamento de la comunión entre todos los cristianos, e incluso con los que todavía no están en plena comunión con la Iglesia católica: "Los que creen en Cristo y han recibido válidamente el Bautismo están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia católica [...]. Justificados por la fe en el Bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia católica como hermanos del Señor" (UR 3). "Por consiguiente, el bautismo constituye un vínculo sacramental de unidad, vigente entre los que han sido regenerados por él" (UR 22).

Catecismo: Incorporados a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, nn.1267-1270

Incorporados a la Iglesia, Cuerpo de Cristo

1267 El Bautismo hace de nosotros miembros del Cuerpo de Cristo. "Por tanto [...] somos miembros los unos de los otros" (Ef 4,25). El Bautismo incorpora a la Iglesia. De las fuentes bautismales nace el único pueblo de Dios de la Nueva Alianza que trasciende todos los límites naturales o humanos de las naciones, las culturas, las razas y los sexos: "Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo" (1 Co 12,13).

1268 Los bautizados vienen a ser "piedras vivas" para "edificación de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo" (1 P 2,5). Por el Bautismo participan del sacerdocio de Cristo, de su misión profética y real, son "linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz" (1 P 2,9). El Bautismo hace participar en el sacerdocio común de los fieles.

1269 Hecho miembro de la Iglesia, el bautizado ya no se pertenece a sí mismo (1 Co 6,19), sino al que murió y resucitó por nosotros (cf 2 Co 5,15). Por tanto, está llamado a someterse a los demás (Ef 5,21; 1 Co 16,15-16), a servirles (cf Jn 13,12-15) en la comunión de la Iglesia, y a ser "obediente y dócil" a los pastores de la Iglesia (Hb 13,17) y a considerarlos con respeto y afecto (cf 1 Ts 5,12-13). Del mismo modo que el Bautismo es la fuente de responsabilidades y deberes, el bautizado goza también de derechos en el seno de la Iglesia: recibir los sacramentos, ser alimentado con la palabra de Dios y ser sostenido por los otros auxilios espirituales de la Iglesia (cf LG 37; CIC can. 208-223; CCEO, can. 675,2).

1270 Los bautizados "renacidos [por el bautismo] como hijos de Dios están obligados a confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio de la Iglesia" (LG 11) y de participar en la actividad apostólica y misionera del Pueblo de Dios (cf LG 17; AG 7,23).

Catecismo: Una criatura nueva, nn.1265-1266

“Una criatura nueva”

1265 El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace también del neófito "una nueva creatura" (2 Co 5,17), un hijo adoptivo de Dios (cf Ga 4,5-7) que ha sido hecho "partícipe de la naturaleza divina" (2 P 1,4), miembro de Cristo (cf 1 Co 6,15; 12,27), coheredero con Él (Rm 8,17) y templo del Espíritu Santo (cf 1 Co 6,19).

1266 La Santísima Trinidad da al bautizado la gracia santificante, la gracia de la justificación que :

— le hace capaz de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo mediante las virtudes teologales;
— le concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante los dones del Espíritu Santo;
— le permite crecer en el bien mediante las virtudes morales.

Así todo el organismo de la vida sobrenatural del cristiano tiene su raíz en el santo Bautismo.

Catecismo: La gracia del Bautismo para la remisión de los pecados, nn.1262-1264

VII. La gracia del Bautismo

1262 Los distintos efectos del Bautismo son significados por los elementos sensibles del rito sacramental. La inmersión en el agua evoca los simbolismos de la muerte y de la purificación, pero también los de la regeneración y de la renovación. Los dos efectos principales, por tanto, son la purificación de los pecados y el nuevo nacimiento en el Espíritu Santo (cf Hch 2,38; Jn 3,5).

Para la remisión de los pecados...

1263 Por el Bautismo, todos los pecados son perdonados, el pecado original y todos los pecados personales así como todas las penas del pecado (cf DS 1316). En efecto, en los que han sido regenerados no permanece nada que les impida entrar en el Reino de Dios, ni el pecado de Adán, ni el pecado personal, ni las consecuencias del pecado, la más grave de las cuales es la separación de Dios.

1264 No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida como las debilidades de carácter, etc., así como una inclinación al pecado que la Tradición llama concupiscencia, o metafóricamente fomes peccati: «La concupiscencia, dejada para el combate, no puede dañar a los que no la consienten y la resisten con coraje por la gracia de Jesucristo. Antes bien "el que legítimamente luchare, será coronado" (2 Tm 2,5)» (Concilio de Trento: DS 1515).

Catecismo: La necesidad del Bautismo, nn.1257-1261

VI. La necesidad del Bautismo

1257 El Señor mismo afirma que el Bautismo es necesario para la salvación (cf Jn 3,5). Por ello mandó a sus discípulos a anunciar el Evangelio y bautizar a todas las naciones (cf Mt 28, 19-20; cf DS 1618; LG 14; AG 5). El Bautismo es necesario para la salvación en aquellos a los que el Evangelio ha sido anunciado y han tenido la posibilidad de pedir este sacramento (cf Mc 16,16). La Iglesia no conoce otro medio que el Bautismo para asegurar la entrada en la bienaventuranza eterna; por eso está obligada a no descuidar la misión que ha recibido del Señor de hacer "renacer del agua y del Espíritu" a todos los que pueden ser bautizados. Dios ha vinculado la salvación al sacramento del Bautismo, sin embargo, Él no queda sometido a sus sacramentos.

1258 Desde siempre, la Iglesia posee la firme convicción de que quienes padecen la muerte por razón de la fe, sin haber recibido el Bautismo, son bautizados por su muerte con Cristo y por Cristo. Este Bautismo de sangre como el deseo del Bautismo, produce los frutos del Bautismo sin ser sacramento.

1259 A los catecúmenos que mueren antes de su Bautismo, el deseo explícito de recibir el Bautismo, unido al arrepentimiento de sus pecados y a la caridad, les asegura la salvación que no han podido recibir por el sacramento.

1260 "Cristo murió por todos y la vocación última del hombre en realmente una sola, es decir, la vocación divina. En consecuencia, debemos mantener que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo conocido sólo por Dios, se asocien a este misterio pascual" (GS 22; cf LG 16; AG 7). Todo hombre que, ignorando el Evangelio de Cristo y su Iglesia, busca la verdad y hace la voluntad de Dios según él la conoce, puede ser salvado. Se puede suponer que semejantes personas habrían deseado explícitamente el Bautismo si hubiesen conocido su necesidad.

1261 En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (cf 1 Tm 2,4) y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: "Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis" (Mc 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo Bautismo.

Catecismo: ¿Quién puede bautizar?, nn.1256

V. Quién puede bautizar

1256 Son ministros ordinarios del Bautismo el obispo y el presbítero y, en la Iglesia latina, también el diácono (cf CIC, can. 861,1; CCEO, can. 677,1). En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, puede bautizar (cf CIC can. 861, § 2) si tiene la intención requerida y utiliza la fórmula bautismal trinitaria. La intención requerida consiste en querer hacer lo que hace la Iglesia al bautizar. La Iglesia ve la razón de esta posibilidad en la voluntad salvífica universal de Dios (cf 1 Tm 2,4) y en la necesidad del Bautismo para la salvación (cf Mc 16,16).

viernes, 7 de noviembre de 2014

Catecismo: Fe y Bautismo, nn.1253-1255

Fe y Bautismo

1253 El Bautismo es el sacramento de la fe (cf Mc 16,16). Pero la fe tiene necesidad de la comunidad de creyentes. Sólo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de los fieles. La fe que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse. Al catecúmeno o a su padrino se le pregunta: "¿Qué pides a la Iglesia de Dios?" y él responde: "¡La fe!".

1254 En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo. Por eso, la Iglesia celebra cada año en la vigilia pascual la renovación de las promesas del Bautismo. La preparación al Bautismo sólo conduce al umbral de la vida nueva. El Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana.

1255 Para que la gracia bautismal pueda desarrollarse es importante la ayuda de los padres. Ese es también el papel del padrino o de la madrina, que deben ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida cristiana (cf CIC can. 872-874). Su tarea es una verdadera función eclesial (officium; cf SC 67). Toda la comunidad eclesial participa de la responsabilidad de desarrollar y guardar la gracia recibida en el Bautismo.

Catecismo: ¿Quién puede recibir el Bautismo?, nn.1246-1252

IV. Quién puede recibir el Bautismo

1246 "Es capaz de recibir el Bautismo todo ser humano, aún no bautizado, y solo él" (CIC, can. 864: CCEO, can. 679).

El Bautismo de adultos

1247 En los orígenes de la Iglesia, cuando el anuncio del Evangelio está aún en sus primeros tiempos, el Bautismo de adultos es la práctica más común. El catecumenado (preparación para el Bautismo) ocupa entonces un lugar importante. Iniciación a la fe y a la vida cristiana, el catecumenado debe disponer a recibir el don de Dios en el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía.

1248 El catecumenado, o formación de los catecúmenos, tiene por finalidad permitir a estos últimos, en respuesta a la iniciativa divina y en unión con una comunidad eclesial, llevar a madurez su conversión y su fe. Se trata de una "formación, aprendizaje o noviciado debidamente prolongado de la vida cristiana, en que los discípulos se unen con Cristo, su Maestro. Por lo tanto, hay que iniciar adecuadamente a los catecúmenos en el misterio de la salvación, en la práctica de las costumbres evangélicas y en los ritos sagrados que deben celebrarse en los tiempos sucesivos, e introducirlos en la vida de fe, la liturgia y la caridad del Pueblo de Dios" (AG 14; cf. Ritual de iniciación cristiana de adultos, Prenotandos 19; Ibíd., Sobre el tiempo del catecumenado y de sus ritos 98).

1249 Los catecúmenos "están ya unidos a la Iglesia, pertenecen ya a la casa de Cristo y muchas veces llevan ya una una vida de fe, esperanza y caridad" (AG 14). "La madre Iglesia los abraza ya con amor tomándolos a sus cargo" (LG 14; cf CIC can. 206; 788).

El Bautismo de niños

1250 Puesto que nacen con una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original, los niños necesitan también el nuevo nacimiento en el Bautismo (cf DS 1514) para ser librados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios (cf Col 1,12-14), a la que todos los hombres están llamados. La pura gratuidad de la gracia de la salvación se manifiesta particularmente en el bautismo de niños. Por tanto, la Iglesia y los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios si no le administraran el Bautismo poco después de su nacimiento (cf CIC can. 867; CCEO, can. 681; 686,1).

1251 Los padres cristianos deben reconocer que esta práctica corresponde también a su misión de alimentar la vida que Dios les ha confiado (cf LG 11; 41; GS 48; CIC can. 868).

1252 La práctica de bautizar a los niños pequeños es una tradición inmemorial de la Iglesia. Está atestiguada explícitamente desde el siglo II. Sin embargo, es muy posible que, desde el comienzo de la predicación apostólica, cuando "casas" enteras recibieron el Bautismo (cf Hch 16,15.33; 18,8; 1 Co 1,16), se haya bautizado también a los niños (cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Pastoralis actio 4: AAS 72 [1980] 1139).

Catecismo: La mistagogía de la celebración, nn.1234-1245

La mistagogia de la celebración

1234 El sentido y la gracia del sacramento del Bautismo aparece claramente en los ritos de su celebración. Cuando se participa atentamente en los gestos y las palabras de esta celebración, los fieles se inician en las riquezas que este sacramento significa y realiza en cada nuevo bautizado.

1235 La señal de la cruz, al comienzo de la celebración, señala la impronta de Cristo sobre el que le va a pertenecer y significa la gracia de la redención que Cristo nos ha adquirido por su cruz.

1236 El anuncio de la Palabra de Dios ilumina con la verdad revelada a los candidatos y a la asamblea y suscita la respuesta de la fe, inseparable del Bautismo. En efecto, el Bautismo es de un modo particular "el sacramento de la fe" por ser la entrada sacramental en la vida de fe.

1237 Puesto que el Bautismo significa la liberación del pecado y de su instigador, el diablo, se pronuncian uno o varios exorcismos sobre el candidato. Este es ungido con el óleo de los catecúmenos o bien el celebrante le impone la mano y el candidato renuncia explícitamente a Satanás. Así preparado, puede confesar la fe de la Iglesia, a la cual será "confiado" por el Bautismo (cf Rm 6,17).

1238 El agua bautismal es entonces consagrada mediante una oración de epíclesis (en el momento mismo o en la noche pascual). La Iglesia pide a Dios que, por medio de su Hijo, el poder del Espíritu Santo descienda sobre esta agua, a fin de que los que sean bautizados con ella "nazcan del agua y del Espíritu" (Jn 3,5).

1239 Sigue entonces el rito esencial del sacramento: el Bautismo propiamente dicho, que significa y realiza la muerte al pecado y la entrada en la vida de la Santísima Trinidad a través de la configuración con el misterio pascual de Cristo. El Bautismo es realizado de la manera más significativa mediante la triple inmersión en el agua bautismal. Pero desde la antigüedad puede ser también conferido derramando tres veces agua sobre la cabeza del candidato.

1240 En la Iglesia latina, esta triple infusión va acompañada de las palabras del ministro: "N., yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo". En las liturgias orientales, estando el catecúmeno vuelto hacia el Oriente, el sacerdote dice: "El siervo de Dios, N., es bautizado en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo". Y mientras invoca a cada persona de la Santísima Trinidad, lo sumerge en el agua y lo saca de ella.

1241 La unción con el santo crisma, óleo perfumado y consagrado por el obispo, significa el don del Espíritu Santo al nuevo bautizado. Ha llegado a ser un cristiano, es decir, "ungido" por el Espíritu Santo, incorporado a Cristo, que es ungido sacerdote, profeta y rey (cf. Ritual del Bautismo de niños, 62).

1242 En la liturgia de las Iglesias de Oriente, la unción postbautismal es el sacramento de la Crismación (Confirmación). En la liturgia romana, dicha unción anuncia una segunda unción del santo crisma que dará el obispo: el sacramento de la Confirmación que, por así decirlo, "confirma" y da plenitud a la unción bautismal.

1243 La vestidura blanca simboliza que el bautizado se ha "revestido de Cristo" (Ga 3,27): ha resucitado con Cristo. El cirio que se enciende en el Cirio Pascual, significa que Cristo ha iluminado al neófito. En Cristo, los bautizados son "la luz del mundo" (Mt 5,14; cf Flp 2,15).

El nuevo bautizado es ahora hijo de Dios en el Hijo Único. Puede ya decir la oración de los hijos de Dios: el Padre Nuestro.

1244 La primera comunión eucarística. Hecho hijo de Dios, revestido de la túnica nupcial, el neófito es admitido "al festín de las bodas del Cordero" y recibe el alimento de la vida nueva, el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Las Iglesias orientales conservan una conciencia viva de la unidad de la iniciación cristiana, por lo que dan la sagrada comunión a todos los nuevos bautizados y confirmados, incluso a los niños pequeños, recordando las palabras del Señor: "Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis" (Mc 10,14). La Iglesia latina, que reserva el acceso a la Sagrada Comunión a los que han alcanzado el uso de razón, expresa cómo el Bautismo introduce a la Eucaristía acercando al altar al niño recién bautizado para la oración del Padre Nuestro.

1245 La bendición solemne cierra la celebración del Bautismo. En el Bautismo de recién nacidos, la bendición de la madre ocupa un lugar especial.

Catecismo: La Iniciación Cristiana, nn.1229-1233

III. LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DEL BAUTISMO
La iniciación cristiana

1229 Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación que consta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido rápida o lentamente. Y comprende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunión eucarística.

1230 Esta iniciación ha variado mucho a lo largo de los siglos y según las circunstancias. En los primeros siglos de la Iglesia, la iniciación cristiana conoció un gran desarrollo, con un largo periodo de catecumenado, y una serie de ritos preparatorios que jalonaban litúrgicamente el camino de la preparación catecumenal y que desembocaban en la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana.

1231 Desde que el Bautismo de los niños vino a ser la forma habitual de celebración de este sacramento, ésta se ha convertido en un acto único que integra de manera muy abreviada las etapas previas a la iniciación cristiana. Por su naturaleza misma, el Bautismo de niños exige un catecumenado postbautismal. No se trata sólo de la necesidad de una instrucción posterior al Bautismo, sino del desarrollo necesario de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la catequesis.

1232 El Concilio Vaticano II ha restaurado para la Iglesia latina, "el catecumenado de adultos, dividido en diversos grados" (SC 64). Sus ritos se encuentran en el Ritual de la iniciación cristiana de adultos (1972). Por otra parte, el Concilio ha permitido que "en tierras de misión, además de los elementos de iniciación contenidos en la tradición cristiana, pueden admitirse también aquellos que se encuentran en uso en cada pueblo siempre que puedan acomodarse al rito cristiano" (SC 65; cf. SC 37-40).

1233 Hoy, pues, en todos los ritos latinos y orientales, la iniciación cristiana de adultos comienza con su entrada en el catecumenado, para alcanzar su punto culminante en una sola celebración de los tres sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía (cf. AG 14; CIC can.851. 865-866). En los ritos orientales la iniciación cristiana de los niños comienza con el Bautismo, seguido inmediatamente por la Confirmación y la Eucaristía, mientras que en el rito romano se continúa durante unos años de catequesis, para acabar más tarde con la Confirmación y la Eucaristía, cima de su iniciación cristiana (cf. CIC can.851, 2. 868).

martes, 4 de noviembre de 2014

Catecismo: El Bautismo en la Iglesia, nn.1226-1228

El Bautismo en la Iglesia

1226 Desde el día de Pentecostés la Iglesia ha celebrado y administrado el santo Bautismo. En efecto, san Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación: "Convertíos [...] y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hch 2,38). Los Apóstoles y sus colaboradores ofrecen el bautismo a quien crea en Jesús: judíos, hombres temerosos de Dios, paganos (Hch 2,41; 8,12-13; 10,48; 16,15). El Bautismo aparece siempre ligado a la fe: "Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa", declara san. Pablo a su carcelero en Filipos. El relato continúa: "el carcelero inmediatamente recibió el bautismo, él y todos los suyos" (Hch 16,31-33).

1227 Según el apóstol san Pablo, por el Bautismo el creyente participa en la muerte de Cristo; es sepultado y resucita con Él:

«¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva» (Rm 6,3-4; cf Col 2,12).

Los bautizados se han "revestido de Cristo" (Ga 3,27). Por el Espíritu Santo, el Bautismo es un baño que purifica, santifica y justifica (cf 1 Co 6,11; 12,13).

1228 El Bautismo es, pues, un baño de agua en el que la "semilla incorruptible" de la Palabra de Dios produce su efecto vivificador (cf. 1 P 1,23; Ef 5,26). San Agustín dirá del Bautismo: Accedit verbum ad elementum, et fit sacramentum ("Se une la palabra a la materia, y se hace el sacramento", In Iohannis evangelium tractatus 80, 3 ).

Catecismo: El Bautismo de Cristo, nn.1223-1225

El Bautismo de Cristo

1223 Todas las prefiguraciones de la Antigua Alianza culminan en Cristo Jesús. Comienza su vida pública después de hacerse bautizar por san Juan el Bautista en el Jordán (cf. Mt 3,13 ) y, después de su Resurrección, confiere esta misión a sus Apóstoles: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28,19-20; cf Mc 16,15-16).

1224 Nuestro Señor se sometió voluntariamente al Bautismo de san Juan, destinado a los pecadores, para "cumplir toda justicia" (Mt 3,15). Este gesto de Jesús es una manifestación de su "anonadamiento" (Flp 2,7). El Espíritu que se cernía sobre las aguas de la primera creación desciende entonces sobre Cristo, como preludio de la nueva creación, y el Padre manifiesta a Jesús como su "Hijo amado" (Mt 3,16-17).

1225 En su Pascua, Cristo abrió a todos los hombres las fuentes del Bautismo. En efecto, había hablado ya de su pasión que iba a sufrir en Jerusalén como de un "Bautismo" con que debía ser bautizado (Mc 10,38; cf Lc 12,50). La sangre y el agua que brotaron del costado traspasado de Jesús crucificado (cf. Jn 19,34) son figuras del Bautismo y de la Eucaristía, sacramentos de la vida nueva (cf 1 Jn 5,6-8): desde entonces, es posible "nacer del agua y del Espíritu" para entrar en el Reino de Dios (Jn 3,5).

«Considera dónde eres bautizado, de dónde viene el Bautismo: de la cruz de Cristo, de la muerte de Cristo. Ahí está todo el misterio: Él padeció por ti. En él eres rescatado, en él eres salvado. (San Ambrosio, De sacramentis 2, 2, 6).

Catecismo: Prefiguraciones del Bautismo en la Antigua Alianza,nn.1217-1222

II. EL BAUTISMO EN LA ECONOMÍA DE SALVACIÓN
Las prefiguraciones del Bautismo en la Antigua Alianza

1217 En la liturgia de la vigilia Pascual, cuando se bendice el agua bautismal, la Iglesia hace solemnemente memoria de los grandes acontecimientos de la historia de la salvación que prefiguraban ya el misterio del Bautismo:

«¡Oh Dios! [...] que realizas en tus sacramentos obras admirables con tu poder invisible, y de diversos modos te has servido de tu criatura el agua para significar la gracia del bautismo» (Vigilia Pascual, Bendición del agua: Misal Romano).

1218 Desde el origen del mundo, el agua, criatura humilde y admirable, es la fuente de la vida y de la fecundidad. La Sagrada Escritura dice que el Espíritu de Dios "se cernía" sobre ella (cf. Gn 1,2):

«¡Oh Dios!, cuyo Espíritu, en los orígenes del mundo, se cernía sobre las aguas, para que ya desde entonces concibieran el poder de santificar» (Vigilia Pascual, Bendición del agua: Misal Romano).

1219 La Iglesia ha visto en el arca de Noé una prefiguración de la salvación por el bautismo. En efecto, por medio de ella "unos pocos, es decir, ocho personas, fueron salvados a través del agua" (1 P 3,20):

«¡Oh Dios!, que incluso en las aguas torrenciales del diluvio prefiguraste el nacimiento de la nueva humanidad, de modo que una misma agua pusiera fin al pecado y diera origen a la santidad (Vigilia Pascual, Bendición del agua: Misal Romano).

1220 Si el agua de manantial simboliza la vida, el agua del mar es un símbolo de la muerte. Por lo cual, pudo ser símbolo del misterio de la Cruz. Por este simbolismo el bautismo significa la comunión con la muerte de Cristo.

1221 Sobre todo el paso del mar Rojo, verdadera liberación de Israel de la esclavitud de Egipto, es el que anuncia la liberación obrada por el bautismo:

«Oh Dios!, que hiciste pasar a pie enjuto por el mar Rojo a los hijos de Abraham, para que el pueblo liberado de la esclavitud del faraón fuera imagen de la familia de los bautizados» (Vigilia Pascual, Bendición del agua: Misal Romano).

1222 Finalmente, el Bautismo es prefigurado en el paso del Jordán, por el que el pueblo de Dios recibe el don de la tierra prometida a la descendencia de Abraham, imagen de la vida eterna. La promesa de esta herencia bienaventurada se cumple en la nueva Alianza.

Catecismo: El nombre de este sacramento, nn.1214-1216

I. El nombre de este sacramento

1214 Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón del carácter del rito central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa "sumergir", "introducir dentro del agua"; la "inmersión" en el agua simboliza el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de donde sale por la resurrección con Él (cf Rm 6,3-4; Col 2,12) como "nueva criatura" (2 Co 5,17; Ga 6,15).

1215 Este sacramento es llamado también “baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo” (Tt 3,5), porque significa y realiza ese nacimiento del agua y del Espíritu sin el cual "nadie puede entrar en el Reino de Dios" (Jn 3,5).

1216 "Este baño es llamado iluminación porque quienes reciben esta enseñanza (catequética) su espíritu es iluminado" (San Justino, Apología 1,61). Habiendo recibido en el Bautismo al Verbo, "la luz verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn 1,9), el bautizado, "tras haber sido iluminado" (Hb 10,32), se convierte en "hijo de la luz" (1 Ts 5,5), y en "luz" él mismo (Ef 5,8):

El Bautismo «es el más bello y magnífico de los dones de Dios [...] lo llamamos don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay. Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia, porque es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación, porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios» (San Gregorio Nacianceno, Oratio 40,3-4).

Catecismo: El Sacramento del Bautismo nn.1213

2ª Parte : La celebración del misterio cristiano
2ª Sección: Los siete sacramentos de la Iglesia
Capítulo 1º: LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

Artículo 1: EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

1213 El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu ("vitae spiritualis ianua") y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión (cf Concilio de Florencia: DS 1314; CIC, can 204,1; 849; CCEO 675,1): Baptismus est sacramentum regenerationis per aquam in verbo" ("El bautismo es el sacramento del nuevo nacimiento por el agua y la palabra": Catecismo Romano 2,2,5).

Romanos 6:3-9

Romanos 6:3-9

¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús, en realidad fuimos bautizados para participar en su muerte? Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva. En efecto, si hemos estado unidos con él en su muerte, sin duda también estaremos unidos con él en su resurrección. Sabemos que lo que antes éramos fue crucificado con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado; porque el que muere queda liberado del pecado. Ahora bien, si hemos muerto con Cristo, confiamos que también viviremos con él. Pues sabemos que Cristo, por haber sido levantado de entre los muertos, ya no puede volver a morir; la muerte ya no tiene dominio sobre él.

Mateo 3,13-17: Bautismo de Jesús

Entonces se presenta Jesús, que viene de Galilea al Jordán, a donde Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?» Jesús le respondió: «Deja ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia.» Entonces le dejó. Una vez bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.»

Marcos 16,15-20: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado"

Marcos 16,15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos." Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Lucas 12,49-53: "Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla!"

Lucas 12:49-53
Domingo de la Semana 20 del Tiempo Ordinario, C

He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya hubiera prendido! Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! ¿Creéis que estoy aquí para poner paz en la tierra? No, os lo aseguro, sino división.  Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres;  estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

Hechos 16,22-34: "El carcelero se los llevó a aquellas horas de la noche, les lavó las heridas, y se bautizó en seguida con todos los suyos"

Hechos 16,22-34

En aquellos días, la plebe de Filipos se amotinó contra Pablo y Silas, y los magistrados dieron orden de que los desnudaran y los apalearan; después de molerlos a palos, los metieron en la cárcel, encargando al carcelero que los vigilara bien; según la orden recibida, los metió en la mazmorra y les sujetó los pies en el cepo. A eso de media noche, Pablo y Silas oraban cantando himnos a Dios. Los otros presos escuchaban. De repente, vino una sacudida tan violenta que temblaron los cimientos de la cárcel. Las puertas se abrieron de golpe, y a todos se les soltaron las cadenas. El carcelero se despertó y, al ver las puertas de la cárcel de par en par, sacó la espada para suicidarse, imaginando que los presos se habían fugado. Pablo lo llamó a gritos: "No te hagas nada, que estamos todos aquí." El carcelero pidió una lámpara, saltó dentro, y se echó temblando a los pies de Pablo y Silas; los sacó y les preguntó: "Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?" Le contestaron: "Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia." Y le explicaron la palabra del Señor, a él y a todos los de su casa. El carcelero se los llevó a aquellas horas de la noche, les lavó las heridas, y se bautizó en seguida con todos los suyos, los subió a su casa, les preparó la mesa, y celebraron una fiesta de familia por haber creído en Dios.

Hechos 8,26-40: "Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice? Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, y Felipe lo bautizó".

Hechos 8,26-40

En aquellos días, el ángel del Señor le dijo a Felipe: "Ponte en camino hacia el Sur, por la carretera de Jerusalén a Gaza, que cruza el desierto." Se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido en peregrinación a Jerusalén. Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo el profeta Isaías. El Espíritu dijo a Felipe: "Acércate y pégate a la carroza." Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó: "¿Entiendes lo que estás leyendo?" Contestó: "¿Y cómo voy a entenderlo, si nadie me guía?" Invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era éste: "Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de los vivos." El eunuco le preguntó a Felipe: "Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?" Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció el Evangelio de Jesús. En el viaje llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco: "Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?" Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, y Felipe lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su viaje lleno de alegría. Felipe fue a parar a Azoto y fue evangelizando los poblados hasta que llegó a Cesarea.

Hechos 1,1-11: "Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo."

Hechos 1,1-11

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó: "No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo." Ellos lo rodearon preguntándole: "Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?" Jesús contestó: "No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo." Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: "Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse."

Gálatas 3:26-29

Gálatas 3,26-29
Domingo de la 12 Semana del Tiempo Ordinatio, año C

Hermanos: Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y, si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa.

Colosenses 2,12-13: "Por el bautismo fuisteis sepultados con el, y habéis resucitado con él, porque habéis creído en la fuerza de Dios que lo resucitó de entre los muertos".

Colosenses 2:12-13

Por el bautismo fuisteis sepultados con el, y habéis resucitado con él, porque habéis creído en la fuerza de Dios que lo resucitó de entre los muertos. Estabais muertos por vuestros pecados, porque no estabais circuncidados; pero Dios os dio vida en él, perdonándoos todos los pecados.

Los árboles del paraíso y el bautismo cristiano, por Martín Gelabert, O.P.


Según el libro del Génesis, en el paraíso en el que se encontraban los primeros humanos, había dos árboles extraordinarios: el de la vida y el del conocimiento del bien y del mal.

Como su mismo nombre indica, se trata de dos árboles simbólicos. El árbol de la vida se encuentra en la mitología antigua. Quien come de él, obtiene la inmortalidad. El relato afirma que el hombre, mortal por naturaleza (sacado del barro), ha sido creado a imagen de Dios. Es como un “hijo de Dios”, al que se le ofrece, como un regalo, la vida inmortal. Es un regalo, no un derecho, porque sin el regalo el hombre es mortal. Sin embargo, este humano es una criatura. No tiene el conocimiento divino ni el poder absoluto de decretar lo que es bueno y lo que es malo. Este límite de la condición humana está simbolizado por el otro árbol, el árbol prohibido, el del conocimiento del bien y del mal. Por esta razón la astuta serpiente tienta a Eva, diciéndole que es posible conocer y decidir sobre el bien y el mal y, así, ir más allá del límite: “si coméis de este árbol, seréis como dioses” (Gen 3,5).

Según el Génesis, los dos árboles, contrarios e incompatibles, están en “el centro del jardín” (Gen 2,9). En el centro de la existencia. Esta dualidad es perfectamente coherente y hay que tenerla muy en cuenta si queremos entender el mensaje que el texto transmite.

Del primer árbol se puede comer; pero está prohibido, bajo pena de muerte, comer del segundo. Los dos arboles son el signo de una oposición fundamental y universal: la Vida y la Muerte. El humano debe escoger uno u otro camino. Porque el humano no es un animal como los otros. No es un autómata. Es libre, más aún, es el interlocutor de Dios. Puede convertirse en amigo de Dios, y cumplir su voluntad; es lo propio de los amigos, que buscan complacer al amigo; o separarse de Dios y seguir su propio camino. En adelante este será el dilema de Israel y, por extensión de toda la humanidad: “Yo os propongo el camino de la vida y el camino de la muerte” (Jr 21,8). Pero la voluntad de Dios es clara: “Escoge la vida” (Dt 30,19).

La elección fundamental entre vida y muerte, bien y mal, sigue siendo totalmente válida. Para el cristiano, el simbolismo del primer jardín se encuentra en el simbolismo sacramental del bautismo. El doble rito de la renuncia a Satanás y de la adhesión a Cristo es el lugar sacramental de esta elección decisiva. El creyente renuncia a la vía del mal y se compromete a seguir la vía de Cristo que conduce a la vida eterna. El catecúmeno hace así lo contrario de lo que hizo el primer hombre. Adán hizo una mala elección. Siguiendo a Cristo, Camino, Verdad y Vida, el catecúmeno encuentra abierto el camino que conduce al árbol de la vida.

La Cuaresma, redescubrir nuestro bautismo, por Benedicto XVI

La Cuaresma es una ocasión para redescubrir el sentido y el valor del Bautismo, recordó el papa Benedicto XVI en su mensaje para la Curesma de 2011. Con el tema “Con Cristo sois sepultados en el Bautismo, con él también habéis resucitado” (Col 2,12), el Papa nos invita a hacer de la cuaresma un “camino de purificación para vivir mas plenamente la nueva vida que hemos recibido del Señor”.

Benedicto XVI destaca que el hecho de que en la mayoría de los casos este sacramento sea recibido por los niños, “pone de relieve que es un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas”“Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela de fe y vida cristiana”.

“Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la 'tierra', que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo”.

A través de la práctica tradicional del ayuno, de la limosna y de la oración, “expresiones del compromiso de conversión”, la Cuaresma nos enseña “a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo”.

- El ayuno

El ayuno tiene para el cristiano “un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro 'yo', para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos”.

“Para el cristiano el ayuno abre a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo”. De este modo, se aprende a resistir “ante la tentación del tener, de la avidez de dinero”.

- La limosna

“El afán de poseer provoca violencia y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir”.

“¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro?”.

La práctica de la limosna “nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia”.

- La Palabra y la oración

“Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor, ¿qué puede haber más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios?”, dice el Papa en su Mensaje. Por esto, en los evangelios de los domingos de Cuaresma la Iglesia “nos guía a un encuentro con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el sacramento del renacimiento, y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a él”.

Interiorizando la Palabra de Dios para vivirla se aprende “una forma de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo”. La oración permite también adquirir “una nueva concepción del tiempo”.

El tiempo, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia “simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro”, mientras que en la oración se encuentra “tiempo para Dios”“para entrar en la íntima comunión con El y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna”.

Conclusión

El itinerario cuaresmal consiste en el “hacerme semejante a él en su muerte”“para llevar a cabo una conversión de nuestra vida”: “dejarnos transformar como Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo”.

“El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo”.