jueves, 3 de septiembre de 2015

Si no me dejan ser padrino, apostato, por el P. Guillermo Juan Morado

Realmente, la vida nos pone a prueba. En nuestros actos manifestamos quienes somos. A todos nos llega, alguna vez, la “hora de la verdad”. Uno puede pensar que es lo que no es en realidad. No podemos pensar, por ejemplo, que somos pacientes si, al menor contratiempo, saltamos por las paredes. La paciencia se demuestra cuando toca padecer o soportar algo. Sin esa prueba de fuego, jamás podríamos verificar si somos o no, de verdad, pacientes.

La figura del padrino del Bautismo es controvertida. Y lo es porque, con frecuencia, aparece como algo decorativo, casi ornamental, sin sustancia. Lo esencial, a la hora de bautizar a un niño, o a un adulto, es que el comienzo de vida nueva que supone el Bautismo se desarrolle. Y para que una vida pueda desarrollarse se necesitan ayudas, tanto en el plano meramente humano como en el plano de la fe.

¿A quién le corresponde prestar esta ayuda? Si se trata de niños, les corresponde, claramente, a los padres. Los padres no solo han de querer bautizar a su hijo, sino que han de querer que su hijo crezca como cristiano. Sin esa disposición, sería preferible que, salvo peligro de muerte, no llevasen a bautizar a sus hijos. Los sacramentos no tienen como finalidad generar apóstatas, sino creyentes.

En esta línea, de apoyo al crecimiento en la fe del recién bautizado, se sitúa el papel de los padrinos, o del padrino o de la madrina. La Iglesia no obliga a que haya padrinos: Puede haber un padrino, o una madrina, o un padrino y una madrina. Puede haberlo, pero no es necesario que lo haya: “En la medida de lo posible”, dice el canon 872.

Eso significa que si no hay nadie, en el entorno cercano del neófito, que pueda, de verdad, cumplir esa función responsablemente, es mejor prescindir de ella. El famoso dicho: “El que no tiene padrinos, no se bautiza”, es falso. Es, hoy por hoy, una leyenda urbana.

Ah, pero si alguien ha de ser padrino o madrina, ha de poder serlo: “deben ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida cristiana” (Catecismo, 1255). Su tarea es una verdadera función eclesial.

Y, de todos modos, haya o no padrinos, toda la comunidad eclesial “participa de la responsabilidad de desarrollar y guardar la gracia recibida en el Bautismo” (Catecismo, 1255).

No hay un derecho universal a ser padrinos. Como no lo hay a ser Papa. Para ser padrino o Papa hay que reunir las condiciones  básicas que facultan para desempeñar esas tareas. Y es preciso, también, ser elegido para desempeñarlas. Un Papa no se elige a sí mismo: Lo eligen los cardenales. Un padrino tampoco se postula a sí mismo. Lo elige quien va a bautizarse, o sus padres o el párroco. Pero no caprichosamente, sino si tiene la capacidad para esa misión y la intención de desempeñarla.

Que alguien que estaría llamado a ayudar al bautizado en su camino de fe, solo por no ser aceptado como padrino o madrina, anuncie que el niño no se bautizará y que él mismo piensa, en protesta, apostatar, solo confirma que no era, en absoluto, una persona apropiada para cumplir esa misión.

Fuente: infocatolica.com

miércoles, 2 de septiembre de 2015

El Obispo de Cádiz anuncia que Roma no permite a la mujer transexual de San Fernando ser padrino de bautismo

En una comunicación enviada a los medios, Mons. Rafael Zornoza, obispo de Cádiz y Ceuta, ha indicado que tras consultar a la Santa Sede sobre el caso de la persona transexual que pidió apadrinar a un sobrino en su diócesis, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha respondido que no es posible admitirla como padrino de bautismo. En consecuencia, el obispo ha hecho saber a los interesados que no puede aceptarse su solicitud.

El obispo consultó a la Congregación del Vaticano ante la complejidad y escándalo suscitado por el anuncio, no oficial, de que la mujer que se presenta como transexual sería padrino de su sobrino en San Fernando, Cádiz. El asunto fue objeto de diversos reportajes y entrevistas con manipulación mediática, así como de manifestaciones de los habituales grupos de presión del colectivo LGTB, en un evidente intento de desviación del centro de interés de la opinión pública.

Comunicado de Mons. Rafael Zornoza, Obispo de Cádiz y Ceuta

En relación con las declaraciones aparecidas en diferentes medios en referencia a la denegación o aceptación como padrino de bautismo de una persona que se presenta como transexual, tengo el deber pastoral de manifestar pública y definitivamente lo siguiente:

Los padrinos del Sacramento del Bautismo asumen, ante Dios y su Iglesia y en relación con el bautizado, el deber de cooperar con los padres en su formación cristiana, procurando que lleve una vida congruente con la fe bautismal y cumpla fielmente las obligaciones inherentes. En vista de esa responsabilidad, el Catecismo de la Iglesia Católica pide que los padrinos sean «creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado ... en su camino de la vida cristiana»(CEC, n. 1255). Por todo ello, al ser una función eclesial la ley de la Iglesia exige, entre otras condiciones, que sólo sea admitido como padrino o madrina quien tenga capacidad para asumir seriamente estas responsabilidades y lleve un comportamiento congruente con ellas (cf.CIC, can. 874 §1, 3). Si no fuera posible hallar una persona que reúna las cualidades necesarias, el párroco puede conferir el Bautismo sin padrinos, que no son necesarios para celebrar este Sacramento.

Ante la confusión provocada entre algunos fieles al haberme sido atribuidas palabras que no he pronunciado, y por la complejidad y relevancia mediática alcanzada por este asunto, teniendo en cuenta las posibles consecuencias pastorales de cualquier decisión al respecto, he elevado una consulta formal ante la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuya respuesta ha sido:

«Sobre este particular le comunico la imposibilidad de que se le admita. El mismo comportamiento transexual revela de manera pública una actitud opuesta a la exigencia moral de resolver el propio problema de identidad sexual según la verdad del propio sexo. Por tanto resulta evidente que esta persona no posee el requisito de llevar una vida conforme a la fe y al cargo de padrino (CIC can 874 §3), no pudiendo por tanto ser admitido al cargo ni de madrina ni de padrino. No se ve en ello una discriminación, sino solamente el reconocimiento de una objetiva falta de los requisitos que por su naturaleza son necesarios para asumir la responsabilidad eclesial de ser padrino»

El Papa Francisco ha afirmado en varias ocasiones, en continuidad con el Magisterio de la Iglesia, que esta conducta es contraria a la naturaleza del hombre. En su última encíclica acaba de escribir:

«La ecología humana implica también algo muy hondo: la necesaria relación de la vida del ser humano con la ley moral escrita en su propia naturaleza, necesaria para poder crear un ambiente más digno. Decía Benedicto XVI que existe una «ecología del hombre» porque «también el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo». En esta línea, cabe reconocer que nuestro propio cuerpo nos sitúa en una relación directa con el ambiente y con los demás seres vivientes. La aceptación del propio cuerpo como don de Dios es necesaria para acoger y aceptar el mundo entero como regalo del Padre y casa común, mientras una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de dominio sobre la creación. Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados, es esencial para una verdadera ecología humana. También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este modo es posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra del Dios creador, y enriquecerse recíprocamente. Por lo tanto, no es sana una actitud que pretenda «cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma» (Laudato si, n.155).

Por estas razones,se ha hecho saber a los interesados que no puede aceptarse su solicitud.
La Iglesia acoge a todas las personas con caridad queriendo ayudar a cada uno en su situación con entrañas de misericordia, pero sin negar la verdad que predica, que a todos propone como un camino de fe para ser libremente acogida.

Fuente: infocatolica.com

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