Cada vez hay más personas sin bautizar en los países occidentales. Muchas veces padres que fueron bautizados de niños pero nunca desarrollaron la fe deciden no bautizar a sus hijos. Otras veces se debe a que llegan a Occidente personas de culturas no cristianas (de países islámicos, excomunistas o asiáticos).
Estas personas son amigos y vecinos de los cristianos y recordamos las palabras de Jesús: “El que crea y se bautice se salvará” (Mc 16,16). También gracias a las nuevas tecnologías podemos tratarnos con socios, amigos o conocidos en Singapur o Dakar, en una cultura muy distinta a la nuestra, que estén sin bautizar.
Por supuesto, el cristianismo es una religión misionera y Jesús ordenó "id y anunciad el Evangelio, bautizad y haced discípulos, enseñar a guardar lo que os he enseñado".
Pero ¿es posible que la gracia del bautismo llegue a las personas que están sin bautizar? Este es uno de los temas más interesantes que trata José Granados García en su nuevo manual Tratado general de los sacramentos (BAC, 2017), una completa exploración de la eficacia de los sacramentos en 350 páginas. Granados, profesor de Dogmática en el Instituto Juan Pablo II de la Universidad Lateranense en Roma, insiste en la importancia de lo corporal en la fe católica… eficaz incluso cuando no es aparente.
El Buen Ladrón:
al Paraíso sin bautizarse
“La Iglesia entenderá que el bautismo es necesario para la salud [salvación], pero sabrá también que cuando el bautismo no se puede realizar por razones ajenas al sujeto, Dios lo cuenta por hecho. San Agustín pone el ejemplo del Buen Ladrón, que llegó al paraíso sin bautismo. Aunque más adelante duda si se bautizó o no (¿le salpicaría el agua derramada del costado de Cristo?) opina que, aún no bautizado, alcanzaría la salud”, escribe Granados, citando la catequesis “De Baptismo” XXII, 29 del santo de Hipona.
“El Buen Ladrón se salvaría no por el bautismo de agua, sino por su fe y su conversión. Lo mismo se dirá de los catecúmenos que mueren antes del bautismo y de los mártires no bautizados”, añade Granados.
El judío que se autobautizó:
inválido, pero salvífico
En una carta del año 1206, el Papa Inocencio III comenta el caso de un judío que se bautizó a sí mismo. Aunque el Papa considera que como tal bautismo no sería “válido” (el bautismo lo ha de impartir una persona a otra distinta) pero afirma que esta persona iría al Cielo al morir, puesto que aunque no tenía “el sacramento de la fe” tenía “fe en el sacramento”.
Pedro Lombardo, teólogo del siglo XII muy influyente durante muchos siglos por su Libro de Sentencias, ya consideraba que hay quienes sin celebrar el sacramento reciben la gracia (Sent IV, d4, c1, n1). Y San Buenaventura y otros medievales hablaban de que además del bautismo de agua (el habitual), y del de sangre (el de los mártires, aunque no hubieran sido bautizados con agua) está uno "de llama" (flaminis) que se recibe "por tener la caridad o por la contrición del corazón".
Hay que dejar claro que los medievales insisten en que esto es así sólo si queriendo celebrar el sacramento hay imposibilidad de ello. Citaban a San Agustín: "lo que quieres hacer y no puedes, Dios lo computa como hecho" (aunque parece que San Agustín se refería a obras malas, en Enarrationes in Psalmos LVII, 4).
Los sacramentos son necesarios...
para el hombre, no para Dios
"En todo caso, el efecto de la gracia pasa por el sacramento, en cuanto se exige el afán por recibirlo. Si tal requisito se rechazara, la gracia no nos alcanzaría. Por eso el Concilio de Trento [en el siglo XVI] definirá que los sacramentos son necesarios para la salvación, al menos 'in voto' [en deseo]", añade Granados.
El autor detalla que "cuando se habla de la necesidad de los sacramentos esta se entiende no en cuanto obligación que constriñe a Dios, sino por parte del hombre que debe ser salvado, 'ex parte subiecti' [por parte del sujeto]. Son necesarios no solo porque Dios los manda, sino porque son el medio adecuado por el que él transmite su gracia, para salvar al hombre modelado del barro".
Cuando ni siquiera se conoce a Cristo
Pero, ¿y si no ha habido ni siquiera bautismo de deseo, y si ni siquiera la persona ha llegado a conocer a Cristo ni su bautismo?
Granados afirma que esa gracia podría llegar "también a aquellos que sin culpa de su parte no han encontrado a Cristo ni se han acercado al bautismo y a los demás sacramentos, pero que lo habrían hecho de haberle conocido. Dios les puede salvar al margen de la celebración sacramental, en cuanto se supone que habría existido este deseo si les hubiera llegado noticia del bautismo".
Estar sin rito no estar sin sacramento
Después Granados matiza que "la posibilidad de salvarse sin cumplir el rito no implica que la redención sea extrasacramental. El significado del rito brota del lenguaje del cuerpo de Cristo, al que se incorpora el cristiano. La salvación del hombre no sucede en lo recóndito del alma, sino siempre en modo corporal, es decir, a través de nuestras relaciones con el mundo y los hombres. Puede faltar el rito, lo que no puede faltar es la asimilación corporal a Jesús y a sus hermanos. Si todo hombre de buena voluntad logra salvarse es porque el Espíritu le concede que se vincule de algún modo al misterio pascual para agregarle al Pueblo de Dios" (citando aquí Gaudium et Spes 22).
Unidos al cuerpo de Cristo para entrar al Cielo
Los que entran en el Reino (en el Cielo) lo harán participando en un cuerpo sacramental configurado al de Cristo, dice el autor. "Y ya en esta vida, por tanto, participan en cierta forma del modo de relacionarse de Jesús, presente en semilla en las experiencias originarias de todo hombre y en las diferentes culturas.
Granados detalla luego que "la lógica de los sacramentos, o sea, la comunicación de la gracia por las relaciones arraigadas en la carne de Jesús, es la única escogida por Dios para llevarnos a sí". Es conveniente "para la santidad y justicia del hombre, criatura corporal llamada a la glorificación en su carne. Se trata de una necesidad absoluta por parte del hombre en lo que toca no a la ejecución del rito sino a la entrada en el espacio relacional de Jesús. El rescate de Dios a los suyos, aún sin que ocurra el sacramento, sigue siempre una lógica sacramental", concluye.
Estas personas son amigos y vecinos de los cristianos y recordamos las palabras de Jesús: “El que crea y se bautice se salvará” (Mc 16,16). También gracias a las nuevas tecnologías podemos tratarnos con socios, amigos o conocidos en Singapur o Dakar, en una cultura muy distinta a la nuestra, que estén sin bautizar.
Por supuesto, el cristianismo es una religión misionera y Jesús ordenó "id y anunciad el Evangelio, bautizad y haced discípulos, enseñar a guardar lo que os he enseñado".
Pero ¿es posible que la gracia del bautismo llegue a las personas que están sin bautizar? Este es uno de los temas más interesantes que trata José Granados García en su nuevo manual Tratado general de los sacramentos (BAC, 2017), una completa exploración de la eficacia de los sacramentos en 350 páginas. Granados, profesor de Dogmática en el Instituto Juan Pablo II de la Universidad Lateranense en Roma, insiste en la importancia de lo corporal en la fe católica… eficaz incluso cuando no es aparente.
El Buen Ladrón:
al Paraíso sin bautizarse
“La Iglesia entenderá que el bautismo es necesario para la salud [salvación], pero sabrá también que cuando el bautismo no se puede realizar por razones ajenas al sujeto, Dios lo cuenta por hecho. San Agustín pone el ejemplo del Buen Ladrón, que llegó al paraíso sin bautismo. Aunque más adelante duda si se bautizó o no (¿le salpicaría el agua derramada del costado de Cristo?) opina que, aún no bautizado, alcanzaría la salud”, escribe Granados, citando la catequesis “De Baptismo” XXII, 29 del santo de Hipona.
“El Buen Ladrón se salvaría no por el bautismo de agua, sino por su fe y su conversión. Lo mismo se dirá de los catecúmenos que mueren antes del bautismo y de los mártires no bautizados”, añade Granados.
El judío que se autobautizó:
inválido, pero salvífico
En una carta del año 1206, el Papa Inocencio III comenta el caso de un judío que se bautizó a sí mismo. Aunque el Papa considera que como tal bautismo no sería “válido” (el bautismo lo ha de impartir una persona a otra distinta) pero afirma que esta persona iría al Cielo al morir, puesto que aunque no tenía “el sacramento de la fe” tenía “fe en el sacramento”.
Pedro Lombardo, teólogo del siglo XII muy influyente durante muchos siglos por su Libro de Sentencias, ya consideraba que hay quienes sin celebrar el sacramento reciben la gracia (Sent IV, d4, c1, n1). Y San Buenaventura y otros medievales hablaban de que además del bautismo de agua (el habitual), y del de sangre (el de los mártires, aunque no hubieran sido bautizados con agua) está uno "de llama" (flaminis) que se recibe "por tener la caridad o por la contrición del corazón".
Hay que dejar claro que los medievales insisten en que esto es así sólo si queriendo celebrar el sacramento hay imposibilidad de ello. Citaban a San Agustín: "lo que quieres hacer y no puedes, Dios lo computa como hecho" (aunque parece que San Agustín se refería a obras malas, en Enarrationes in Psalmos LVII, 4).
Los sacramentos son necesarios...
para el hombre, no para Dios
"En todo caso, el efecto de la gracia pasa por el sacramento, en cuanto se exige el afán por recibirlo. Si tal requisito se rechazara, la gracia no nos alcanzaría. Por eso el Concilio de Trento [en el siglo XVI] definirá que los sacramentos son necesarios para la salvación, al menos 'in voto' [en deseo]", añade Granados.
El autor detalla que "cuando se habla de la necesidad de los sacramentos esta se entiende no en cuanto obligación que constriñe a Dios, sino por parte del hombre que debe ser salvado, 'ex parte subiecti' [por parte del sujeto]. Son necesarios no solo porque Dios los manda, sino porque son el medio adecuado por el que él transmite su gracia, para salvar al hombre modelado del barro".
Cuando ni siquiera se conoce a Cristo
Pero, ¿y si no ha habido ni siquiera bautismo de deseo, y si ni siquiera la persona ha llegado a conocer a Cristo ni su bautismo?
Granados afirma que esa gracia podría llegar "también a aquellos que sin culpa de su parte no han encontrado a Cristo ni se han acercado al bautismo y a los demás sacramentos, pero que lo habrían hecho de haberle conocido. Dios les puede salvar al margen de la celebración sacramental, en cuanto se supone que habría existido este deseo si les hubiera llegado noticia del bautismo".
Estar sin rito no estar sin sacramento
Después Granados matiza que "la posibilidad de salvarse sin cumplir el rito no implica que la redención sea extrasacramental. El significado del rito brota del lenguaje del cuerpo de Cristo, al que se incorpora el cristiano. La salvación del hombre no sucede en lo recóndito del alma, sino siempre en modo corporal, es decir, a través de nuestras relaciones con el mundo y los hombres. Puede faltar el rito, lo que no puede faltar es la asimilación corporal a Jesús y a sus hermanos. Si todo hombre de buena voluntad logra salvarse es porque el Espíritu le concede que se vincule de algún modo al misterio pascual para agregarle al Pueblo de Dios" (citando aquí Gaudium et Spes 22).
Unidos al cuerpo de Cristo para entrar al Cielo
Los que entran en el Reino (en el Cielo) lo harán participando en un cuerpo sacramental configurado al de Cristo, dice el autor. "Y ya en esta vida, por tanto, participan en cierta forma del modo de relacionarse de Jesús, presente en semilla en las experiencias originarias de todo hombre y en las diferentes culturas.
Granados detalla luego que "la lógica de los sacramentos, o sea, la comunicación de la gracia por las relaciones arraigadas en la carne de Jesús, es la única escogida por Dios para llevarnos a sí". Es conveniente "para la santidad y justicia del hombre, criatura corporal llamada a la glorificación en su carne. Se trata de una necesidad absoluta por parte del hombre en lo que toca no a la ejecución del rito sino a la entrada en el espacio relacional de Jesús. El rescate de Dios a los suyos, aún sin que ocurra el sacramento, sigue siempre una lógica sacramental", concluye.
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