lunes, 8 de enero de 2018

EL BAUTISMO EN LOS PRIMEROS CRISTIANOS


Inicio radical: un nuevo nacimiento

Los primeros cristianos ven el bautismo como un “nuevo nacimiento”. Experimentan un gran cambio en su interior: se borra el pecado original, sus culpas pasadas y comienzan una nueva vida. La vida como hijos de Dios. 

A través del proceso de conversión que conduce al bautismo, y que continúa después de ser bautizado, el cristiano se prepara para recibir todas las gracias (dones del Espiritu Santo) para identificarse plenamente con Cristo. Ojalá también nosotros demos testimonio de lucha por la santidad como hicieron los primeros cristianos.

Algunos textos de los primeros cristianos sobre el Bautismo

1. San Ignacio de Antioquía: “Vuestro bautismo ha de ser para vosotros como vuestra armadura, la fe como un yelmo, la caridad como una lanza” (Carta a Policarpo, 5,1-8)

2. Epístola de Bernabé: “Al renovarnos por la remisión de los pecados nos ha dado un nuevo ser hasta el punto de tener un alma como de niños según corresponde a quienes han sido creados de nuevo” (6,1)

3. San Justino: “Vamos a exponer de qué manera renovados por Cristo nos hemos consagrado a Dios. A quienes aceptan y creen que son verdad las cosas que enseñamos y exponemos y prometen vivir de acuerdo con estas enseñanzas les instruimos para que oren a Dios con ayunos y pidan perdón de sus pecados pasados mientras nosotros, por nuestra parte, oramos y ayunamos también juntamente con ellos. Luego los conducimos a un lugar donde hay agua para que sean regenerados del mismo modo que fuimos regenerados nosotros. Entonces reciben el baño del bautismo el nombre de Dios, Padre y Soberano del universo, y nuestro Salvador Jesucristo, y del Espíritu Santo. (Apología en defensa de los cristianos I,61; siglo II)

4. San Ireneo: “Este Bautismo es el sello de la vida eterna y el nuevo nacimiento en Dios, de suerte que ya no somos de hombres mortales, sino del Dios eterno” (Demostración de la predicación apostólica, 3; siglo II)

5. San Hipólito de Roma: “El que se sumerge con fe en este baño de regeneración renuncia al diablo y se adhiere a Cristo, niega al enemigo del género humano y profesa su fe en la divinidad de Cristo, se despoja de su condición de siervo y se reviste de la de hijo adoptivo, sale del bautismo resplandeciente como el sol, emitiendo rayos de justicia, y, lo que es más importante, vuelve de allí convertido en hijo de Dios y coheredero de Cristo. (Sermón sobre la Teofanía, 2,6-8; hacia el 220 dC)

6. Dídimo, el Ciego: Ya que nosotros somos como una vasija de barro, por eso necesitamos en primer lugar ser purificados por el agua, después ser fortalecidos y perfeccionados por el fuego espiritual -Dios, en efecto, es un fuego devorador-; y, así, necesitamos del Espíritu Santo para nuestra perfección y renovación" (Tratado sobre la Santísima Trinidad, 2,12; director de la escuela catequética de Alejandría hasta el 398)

7. San Hilario: “A nosotros, los renacidos por el sacramento del bautismo, se nos concede un gran gozo, ya que experimentamos en nuestro interior las primicias del Espíritu Santo cuando penetra en nosotros la inteligencia de los misterios, el conocimiento de la profecía, la palabra de sabiduría, la firmeza de la esperanza, los carismas medicinales y el dominio sobre los demonios sometidos. Estos dones nos penetran como llovizna y, recibidos, proliferan en multiplicidad de frutos” (Tratado sobre los salmos, Salmo 64,14-15; hacia el año 356)

8. San Basilio Magno: “En el bautismo se proponen como dos fines, a saber, la abolición del cuerpo de pecado, a fin de que no fructifique para la muerte; y la vida del Espíritu, para que abunden los frutos de santificación; el agua representa la muerte, haciendo como si acogiera al cuerpo en el sepulcro; mientras que el Espíritu es el que da la fuerza vivificante, haciendo pasar nuestras almas renovadas de la muerte del pecado a la vida primera. Esto es, pues, lo que significa nacer de nuevo del agua y del Espíritu: puesto que en el agua se lleva a cabo la muerte, y el Espíritu crea la nueva vida nuestra. (Libro sobre el Espíritu Santo, 15,35-36)

9. San Gregorio Nacianceno (330-390): “Consiste principalmente la fuerza y virtud del bautismo en el pacto que en él hacemos con Dios, de vivir con una segunda vida más pura y perfecta que la primera; por los cual, cada uno de nosotros debe vivir con grande temor, y guardar su corazón con exactísimo cuidado, para no faltar a un pacto tan divino. Porque si los hombres toman a Dios por testigo para asegurar la alianza que contraen con otros hombres, ¿cuánto más peligroso será violar la que hemos hecho con el mismo Dios, y ser no solamente reos de nuestros pecados, sino también de la culpa de haber faltado a la palabra que tan solemnemente hemos jurado ante el tribunal de la suprema Verdad?” (Discurso 40,48)

10. San Cipriano se convierte al cristianismo a la edad de 35 años. Él mismo narra su itinerario espiritual: «Cuando todavía yacía como en una noche oscura», escribe meses después de su bautismo, «me parecía sumamente difícil y fatigoso realizar lo que me proponía la misericordia de Dios… Estaba ligado a muchísimos errores de mi vida pasada, y no creía que pudiera liberarme, hasta el punto de que seguía los vicios y favorecía mis malos deseos… Pero después, con la ayuda del agua regeneradora, quedó lavada la miseria de mi vida precedente; una luz soberana se difundió en mi corazón; un segundo nacimiento me regeneró en un ser totalmente nuevo. De manera maravillosa comenzó a disiparse toda duda… Comprendía claramente que era terrenal lo que antes vivía en mí, en la esclavitud de los vicios de la carne, y por el contrario era divino y celestial lo que el Espíritu Santo ya había generado en mí» (A Donato, 3-4).

11. San Juan Crisóstomo: Los fieles laicos con el Bautismo asumen el oficio sacerdotal, real y profético. Al fiel laico él dice: «También a ti el Bautismo te hace rey, sacerdote y profeta» (Homilía 3,5 sobre la Segunda Carta a los Corintios). Surge de aquí el deber fundamental de la misión, porque cada uno en alguna medida es responsable de la salvación de los demás: «Éste es el principio de nuestra vida social... ¡no interesarnos sólo en nosotros!» (Homilía 9,2 sobre el Génesis). Todo se desenvuelve entre dos polos: la gran Iglesia y la «pequeña Iglesia», la familia, en recíproca relación.

12. Las homilías de San Cirilo constituyen una catequesis sistemática sobre el renacimiento a través del Bautismo. Al catecúmeno, le dice: «Caíste en las redes de la Iglesia (Cf. Mateo 13,47): con vida serás cogido; no huyas; es Jesús quien te ha echado el anzuelo, y no para destinarte a la muerte, sino para, entregándote a ella, recobrarte vivo: pues es necesario que tú mueras y resucites (Cf. Romanos 6, 11.14)… Muere a los pecados y vive para la justicia; hazlo desde hoy» («Procatequesis» 5).

El lugar donde Juan Bautista bautizó a Jesús, declarado Patrimonio de la Humanidad



El lugar preciso donde fue bautizado Jesucristo es objeto de discusión por los especialistas, pero no así la zona junto al Jordán.

Hay dos sitios que reclaman haber sido el lugar donde Juan Bautista bautizó a Jesucristo (Mt 3,13-17): uno en el lado israelí y otro en el jordano. De lo que no hay duda es de la zona: Betania de Transjordania, a orillas del río Jordán.

Del lado jordano se encuentran unas ruinas en la ruta de peregrinación de los primeros cristianos. En 1996 unos hallazgos arqueológicos en esa zona, conocida en lengua árabe como al-Maghtas (el lugar del bautismo), sugirieron que ése podría ser el enclave del acontecimiento que narran los Evangelios. De hecho, la cerámica, las monedas, los objetos de piedra y los vestigios arquitectónicos confirman que el lugar se utilizó a principios del primer siglo d.C.

Estas ruinas están dedicadas al profeta Elías y eso reforzaría la hipótesis, dada la vinculación que establecen los Evangelios entre él y Juan Bautista, quien actuaba "con el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1,17), de quien algunos le consideraban encarnación.

Visitado por tres Papas

A nueve kilómetros al norte del Mar Muerto, en la orilla este del río Jordán, Betania de Transjordania es el enclave bíblico más importante del reino Hachemita de Jordania. Se trata del quinto lugar del país que recibe este reconocimiento después de Petra, Quseir Amra, Um Al Rassas y el desierto de Wadi Rum.

Durante su peregrinación a Tierra Santa en mayo de 2014, Francisco visitó las aguas del Jordán en Betania. Betania fue el enclave donde se estableció Juan Bautista y donde Jesús fue bautizado. El Señor también oró aquí por primera vez ante Dios y reunió a sus primeros discípulos, por eso han visitado al lugar en sus peregrinaciones a Tierra Santa, San Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. El área cuenta con restos romanos y bizantinos, incluyendo además restos de cinco iglesias paleocristianas y capillas. Actualmente se celebran bautizos y es un lugar importante de peregrinación cristiana.

El valor arqueológico del territorio jordano

A lo largo de la geografía jordana se pueden descubrir numerosos enclaves mencionados en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, por lo que no es de extrañar que el país haya fascinado a un sinfín de peregrinos que lo han visitado para seguir los pasos de algunos de los profetas más importantes de la Biblia.

Algunas de las iglesias más antiguas del mundo se encuentran en Jordania, como la sala de oración del siglo II de Betania, la iglesia del siglo IV de Umm Qays y las ruinas del que se cree que es el templo más antiguo del mundo en la ciudad de Áqaba al sur del país. La iglesia bizantina de San Jorge en Mádaba (siglo VI) guarda el mapa mosaico de Tierra Santa más antiguo.

El pasado 2 de febrero (2017) fue declarado oficialmente Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se trata del quinto lugar del país que recibe este reconocimiento después de Petra, Quseir Amra, Um Al Rassas y el desierto de Wadi Rum.

En la ceremonia celebrada en París, el arzobispo Maroun Lahham, vicario patriarcal para Jordania del Patriarcado Latino de Jerusalén, ha definido este enclave como “un lugar donde todavía resuena la voz de Cristo” en un país, Jordania, “tranquilo y seguro, en medio de un Oriente Medio en llamas”.

“El Evangelio lo había declarado ya hace dos mil años, la devoción popular siempre lo ha confirmado, las investigaciones arqueológicas lo han puesto de relieve, los Papas lo han visitado y hoy la comunidad internacional lo declara oficialmente”, ha señalado el arzobispo Lahham. “A partir de esta tarde –ha añadido– podemos declarar en voz alta que Jordania es Tierra Santa. La Tierra Santa incluye especialmente a Jerusalén, Belén y Nazaret, pero Jordania no es menos santa por ello”.

lunes, 7 de agosto de 2017

El bautismo de los niños, por Pedro Trevijano

El bautismo es uno de los siete sacramentos de la Iglesia, que lo practica desde sus orígenes. El mismo día de Pentecostés, Pedro insiste en la necesidad de bautizarse “en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch 2,38).

Como es lógico, en la primitiva Iglesia eran los adultos los destinatarios de la predicación de los apóstoles y predicadores cristianos, y eran ellos los que recibían el bautismo. Al bautismo debía preceder la fe, siendo para creer necesaria la conversión, es decir el cambio de mentalidad que lleva consigo un cambio de conducta, tal como ya exigía San Juan Bautista: “El Reino de Dios está cerca, convertíos y creed en la Buena Nueva” (Mc 1,15).

Esta conversión significa un dejarse llenar de Cristo, es decir, un dejarse iluminar por la fe en la manera de pensar, querer y reaccionar, con un proceso que normalmente requiere tiempo. Así lo comprendió la Iglesia primitiva, que estableció el catecumenado, período de instrucción y sobre todo espacio de tiempo que permitía la maduración en la fe.

Se sabe que ya en la Iglesia del Nuevo Testamento y en la del siglo II se practicó en algunos casos el bautismo de los niños. Pero fue en los siglos IV y V cuando empezó a decaer la institución del catecumenado, porque el bautizar a los niños empezó a ser lo normal. Lo que había sido una Iglesia en la que se entraba libre y conscientemente, se había convertido en la Iglesia en la que uno venía al mundo.

Hoy lo más corriente es que el bautismo sea administrado a niños que todavía no han alcanzado el uso de la razón. Pero muchos se preguntan si hay que bautizar a los niños o conviene que ellos tengan edad para decidir.

La responsabilidad moral de bautizar o no a los niños corresponde a los padres. En efecto, a ellos pertenece “el derecho a determinar la forma de educación religiosa que se ha de dar a sus hijos, de acuerdo con su propia convicción religiosa” (Concilio Vaticano II, declaración Dignitatis Humanae, nº 5).

Si los padres piensan que tener fe es algo bueno, es indudable que tienen el deber de transmitírsela a sus hijos, quienes en el bautismo reciben la fe en conexión con sus mayores, incorporándose así a la Iglesia de Cristo, del mismo modo que reciben una serie de bienes y son colocados en unas circunstancias que los niños no han elegido.

En cambio si los padres no tienen fe, si piensan que la fe es algo inútil o perjudicial, está claro que no tienen por qué transmitir la fe a sus hijos, o proceder a su bautizo, e incluso casarse por la Iglesia, y por ello la Iglesia considera nulo el matrimonio realizado sin intención de bautizar a los hijos.

Los padres creyentes contraen el compromiso y tienen por tanto la obligación de bautizar y educar en la fe a sus hijos porque tienen la doble responsabilidad de:

a) colocar a sus hijos en las condiciones que mejor posibiliten su desarrollo personal;
b) ir iniciándoles progresivamente en el uso de la libertad para que puedan ir decidiendo por sí mismos sobre su propio destino en la vida.

Para actuar así tienen dos motivos:

1) porque piensan que tener fe es bueno y no deben por tanto privar de ella a sus hijos;
2) por respeto a la libertad religiosa de sus hijos.

Con respecto a los niños que mueren sin bautizar el Catecismo de la Iglesia nos dice:

“1261. En cuanto a los niños muertos sin bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (cf 1 Tm 2,4) y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: "Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis" (Mc 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo bautismo”.

“1283. En cuanto a los niños muertos sin bautismo, la liturgia de la Iglesia nos invita a tener confianza en la misericordia divina y a orar por su salvación”.

"Si somos fieles a nuestro Bautismo, difundiremos la luz de la esperanza", por el papa Francisco (Catequesis bautismal)

Oriente y Occidente

Existió un tiempo en el cual las iglesias estaban orientadas hacia el este. Se entraba en el edificio sagrado por una puerta abierta hacia occidente y, caminando en la nave, se dirigía hacia oriente. Era un símbolo importante para el hombre antiguo, una alegoría que en el curso de la historia ha progresivamente decaído.

Nosotros, hombres de la época moderna, mucho menos acostumbrados a acoger los grandes signos del cosmos, casi nunca nos damos cuenta de un detalle particular de este tipo. El occidente es el punto cardinal del ocaso, donde muere la luz. El oriente, en cambio, es el lugar donde las tinieblas son vencidas por la primera luz de la aurora y nos recuerda a Cristo, Sol surgido de lo alto al horizonte del mundo (Cfr. Lc 1,78).

Los antiguos ritos del Bautismo proveían que los catecúmenos emitieran la primera parte de su profesión de fe teniendo la mirada dirigida hacia occidente. Y en esa posición eran interrogados: «¿Renuncian a Satanás, a su servicio y a sus obras?» – Y los futuros cristianos repetían en coro: «¡Renuncio!». Luego se giraban hacia el ábside, en dirección de oriente, donde nace la luz, y los candidatos al Bautismo eran nuevamente interrogados: «¿Creen en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo?». Y esta vez respondían: «¡Creo!».

En los tiempos modernos se ha parcialmente perdido el encanto de este rito: hemos perdido la sensibilidad del lenguaje del cosmos. Nos ha quedado naturalmente la profesión de fe, hecha según la interrogación bautismal, que es propio de la celebración de algunos sacramentos. Esta permanece de todos modos intacta en su significado.

¿Qué cosa quiere decir ser cristianos? 

Quiere decir mirar a la luz, continuar a hacer la profesión de fe en la luz, incluso cuando el mundo está envuelto por la noche y las tinieblas.

Los cristianos no están eximidos de las tinieblas, externas y también internas. No viven fuera del mundo, pero, por la gracia de Cristo recibido en el Bautismo, son hombres y mujeres «orientados»: no creen en la oscuridad, sino en el resplandecer del día; no sucumben en la noche, sino esperan la aurora; no son derrotados por la muerte, sino anhelan el resucitar; no son doblegados por el mal, porque confían siempre en las infinitas posibilidades del bien. Y esta es nuestra esperanza cristiana. La luz de Jesús, la salvación que nos trae Jesús con su luz y nos salva de las tinieblas.

¡Nosotros somos aquellos que creen que Dios es Padre: esta es la luz! No somos huérfanos, tenemos un Padre y nuestro Padre es Dios. ¡Creemos que Jesús ha venido en medio de nosotros, ha caminado en nuestra misma vida, haciéndose compañero sobre todo de los más pobres y frágiles: esta es la luz!

¡Creemos que el Espíritu Santo obra sin descanso por el bien de la humanidad y del mundo, e incluso los dolores más grandes de la historia serán superados: esta es la esperanza que nos vuelve a despertar cada mañana! ¡Creemos que todo afecto, toda amistad, todo buen deseo, todo amor, incluso aquellos más pequeños y descuidados, un día encontraran su cumplimiento en Dios: esta es la fuerza que nos impulsa a abrazar con entusiasmo nuestra vida todos los días! Y esta es nuestra esperanza: vivir en la esperanza y vivir en la luz, en la luz de Dios Padre, en la luz de Jesús Salvador, en la luz del Espíritu Santo que nos impulsa a ir adelante en la vida.

Vela

Luego hay otro signo muy bello de la liturgia bautismal que nos recuerda la importancia de la luz. Al final del rito, a los padres – si es un niño – o al mismo bautizado – si es un adulto – se le entrega una vela, cuya llama es encendida del cirio pascual. Se trata del gran cirio que en la noche de Pascua entra en la iglesia completamente oscura, para manifestar el misterio de la Resurrección de Jesús; de este cirio todos encienden la propia vela y transmiten la llama a los vecinos: en este signo esta la lenta propagación de la Resurrección de Jesús en la vida de todos los cristianos. La vida de la Iglesia – diré una palabra un poco fuerte – la vida de la Iglesia es contaminación de luz. Cuanta luz de Jesús tenemos nosotros los cristianos, cuanta más luz existe en la vida de la Iglesia más es viva la Iglesia. La vida de la Iglesia es contaminación de luz.

¿Cuál es la fecha de mi bautismo?

La exhortación más bella que podemos dirigirnos recíprocamente es aquella de recordarnos siempre de nuestro Bautismo. Yo quisiera preguntarles: ¿Cuántos de ustedes se recuerdan la fecha de su Bautismo? No respondan porque alguien se avergonzará. Piensen. Yo no lo recuerdo. Bien, hoy tienen una tarea para la casa, ir donde la mamá, al papá, a la tía, al tío, a la abuela, al abuelo y preguntarle: ¿Cuál es la fecha de mi bautismo? Y no olvidarlo nunca. ¿Está claro? ¿Lo harán? Hoy aprenderán a recordar la fecha del Bautismo, que es la fecha del renacer, es la fecha de la luz, es la fecha en la cual – me permito una palabra – en la cual hemos sido contaminados por la luz de Cristo. Una tarea para la casa, recordar cual es la fecha del Bautismo. ¿Claro? Bien.

Nosotros hemos nacido dos veces: la primera a la vida natural, la segunda, gracias al encuentro con Cristo, en la fuente bautismal. Ahí hemos muerto a la muerte, para vivir como hijos de Dios en este mundo. Ahí nos hemos convertido en humanos como jamás lo habríamos imaginado. Es por esto que todos debemos difundir el perfume del Crisma, con el cual hemos sido marcados en el día de nuestro Bautismo. En nosotros vive y opera el Espíritu de Jesús, primogénito de muchos hermanos, de todos aquellos que se oponen a la inevitabilidad de las tinieblas y de la muerte.

Cristoforo

¡Qué gracia cuando un cristiano se hace verdaderamente un «cristóforo», ¿qué quiere decir cristóforo? Quiere decir, «portador de Jesús» al mundo! Sobre todo para aquellos que están atravesando situaciones de luto, de desesperación, de oscuridad y de odio. Y esto se comprende de tantos pequeños detalles: de la luz que un cristiano custodia en los ojos, de la serenidad que no es quebrada ni siquiera en los días más complicados, del deseo de recomenzar a querer bien y caminar incluso cuando se han experimentado muchas desilusiones. En el futuro, cuando se escribirá la historia de nuestros días, ¿Qué se dirá de nosotros? ¿Qué hemos sido capaces de la esperanza, o quizás qué hemos puesto nuestra luz debajo del celemín? Si somos fieles a nuestro Bautismo, difundiremos la luz de la esperanza, el Bautismo es el inicio de la esperanza, esa esperanza de Dios y podremos transmitir a la generaciones futuras razones de vida. Y para no olvidarme yo cual es la tarea para la casa, díganlo ustedes. ¡No escucho, recordar la fecha del propio Bautismo!

martes, 30 de mayo de 2017

¿Se pueden salvar los no bautizados?

Cada vez hay más personas sin bautizar en los países occidentales. Muchas veces padres que fueron bautizados de niños pero nunca desarrollaron la fe deciden no bautizar a sus hijos. Otras veces se debe a que llegan a Occidente personas de culturas no cristianas (de países islámicos, excomunistas o asiáticos).

Estas personas son amigos y vecinos de los cristianos y recordamos las palabras de Jesús: “El que crea y se bautice se salvará” (Mc 16,16). También gracias a las nuevas tecnologías podemos tratarnos con socios, amigos o conocidos en Singapur o Dakar, en una cultura muy distinta a la nuestra, que estén sin bautizar.

Por supuesto, el cristianismo es una religión misionera y Jesús ordenó "id y anunciad el Evangelio, bautizad y haced discípulos, enseñar a guardar lo que os he enseñado".

Pero ¿es posible que la gracia del bautismo llegue a las personas que están sin bautizar? Este es uno de los temas más interesantes que trata José Granados García en su nuevo manual Tratado general de los sacramentos (BAC, 2017), una completa exploración de la eficacia de los sacramentos en 350 páginas.  Granados, profesor de Dogmática en el Instituto Juan Pablo II de la Universidad Lateranense en Roma, insiste en la importancia de lo corporal en la fe católica… eficaz incluso cuando no es aparente.


El Buen Ladrón:
al Paraíso sin bautizarse

“La Iglesia entenderá que el bautismo es necesario para la salud [salvación], pero sabrá también que cuando el bautismo no se puede realizar por razones ajenas al sujeto, Dios lo cuenta por hecho. San Agustín pone el ejemplo del Buen Ladrón, que llegó al paraíso sin bautismo. Aunque más adelante duda si se bautizó o no (¿le salpicaría el  agua derramada del costado de Cristo?) opina que, aún no bautizado, alcanzaría la salud”, escribe Granados, citando la catequesis “De Baptismo” XXII, 29 del santo de Hipona.

“El Buen Ladrón se salvaría no por el bautismo de agua, sino por su fe y su conversión. Lo mismo se dirá de los catecúmenos que mueren antes del bautismo y de los mártires no bautizados”, añade Granados.

El judío que se autobautizó:
inválido, pero salvífico

En una carta del año 1206, el Papa Inocencio III comenta el caso de un judío que se bautizó a sí mismo. Aunque el Papa considera que como tal bautismo no sería “válido” (el bautismo lo ha de impartir una persona a otra distinta) pero afirma que esta persona iría al Cielo al morir, puesto que aunque no tenía “el sacramento de la fe” tenía “fe en el sacramento”.

Pedro Lombardo, teólogo del siglo XII muy influyente durante muchos siglos por su Libro de Sentencias, ya consideraba que hay quienes sin celebrar el sacramento reciben la gracia (Sent IV, d4, c1, n1). Y San Buenaventura y otros medievales hablaban de que además del bautismo de agua (el habitual), y del de sangre (el de los mártires, aunque no hubieran sido bautizados con agua) está uno "de llama" (flaminis) que se recibe "por tener la caridad o por la contrición del corazón".

Hay que dejar claro que los medievales insisten en que esto es así sólo si queriendo celebrar el sacramento hay imposibilidad de ello. Citaban a San Agustín: "lo que quieres hacer y no puedes, Dios lo computa como hecho" (aunque parece que San Agustín se refería a obras malas, en Enarrationes in Psalmos LVII, 4).

Los sacramentos son necesarios...
para el hombre, no para Dios

"En todo caso, el efecto de la gracia pasa por el sacramento, en cuanto se exige el afán por recibirlo. Si tal requisito se rechazara, la gracia no nos alcanzaría. Por eso el Concilio de Trento [en el siglo XVI] definirá que los sacramentos son necesarios para la salvación, al menos 'in voto' [en deseo]", añade Granados.

El autor detalla que "cuando se habla de la necesidad de los sacramentos esta se entiende no en cuanto obligación que constriñe a Dios, sino por parte del hombre que debe ser salvado, 'ex parte subiecti' [por parte del sujeto]. Son necesarios no solo porque Dios los manda, sino porque son el medio adecuado por el que él transmite su gracia, para salvar al hombre modelado del barro".

Cuando ni siquiera se conoce a Cristo

Pero, ¿y si no ha habido ni siquiera bautismo de deseo, y si ni siquiera la persona ha llegado a conocer a Cristo ni su bautismo?

Granados afirma que esa gracia podría llegar "también a aquellos que sin culpa de su parte no han encontrado a Cristo ni se han acercado al bautismo y a los demás sacramentos, pero que lo habrían hecho de haberle conocido. Dios les puede salvar al margen de la celebración sacramental, en cuanto se supone que habría existido este deseo si les hubiera llegado noticia del bautismo".

Estar sin rito no estar sin sacramento

Después Granados matiza que "la posibilidad de salvarse sin cumplir el rito no implica que la redención sea extrasacramental. El significado del rito brota del lenguaje del cuerpo de Cristo, al que se incorpora el cristiano. La salvación del hombre no sucede en lo recóndito del alma, sino siempre en modo corporal, es decir, a través de nuestras relaciones con el mundo y los hombres. Puede faltar el rito, lo que no puede faltar es la asimilación corporal a Jesús y a sus hermanos. Si todo hombre de buena voluntad logra salvarse es porque el Espíritu le concede que se vincule de algún modo al misterio pascual para agregarle al Pueblo de Dios" (citando aquí Gaudium et Spes 22).

Unidos al cuerpo de Cristo para entrar al Cielo 

Los que entran en el Reino (en el Cielo) lo harán participando en un cuerpo sacramental configurado al de Cristo, dice el autor. "Y ya en esta vida, por tanto, participan en cierta forma del modo de relacionarse de Jesús, presente en semilla en las experiencias originarias de todo hombre y en las diferentes culturas.

Granados detalla luego que "la lógica de los sacramentos, o sea, la comunicación de la gracia por las relaciones arraigadas en la carne de Jesús, es la única escogida por Dios para llevarnos a sí". Es conveniente "para  la santidad y justicia del hombre, criatura corporal llamada a la glorificación en su carne. Se trata de una necesidad absoluta por parte del hombre en lo que toca no a la ejecución del rito sino a la entrada en el espacio relacional de Jesús. El rescate de Dios a los suyos, aún sin que ocurra el sacramento, sigue siempre una lógica sacramental", concluye.

domingo, 19 de febrero de 2017

Obispo italiano elimina los padrinos de bautismo por la falta de responsabilidad en la transmisión de la fe

El Obispo de Melfi-Rapolla-Venosa, Mons. Gianfranco Todisco, ha sorprendido con la decisión de eliminar por tres años, por un decreto ad experimentum, los padrinos y las madrinas de Bautismo y Confirmación. El decreto indica como razón que a menudo falta la «responsabilidad de transmitir la fe con el testimonio de vida» entre los elegidos.

En el decreto, firmado en octubre de 2016 pero difundido en los últimos días, el Obispo explica que los párrocos de su jurisdicción no pueden garantizar la idoneidad de los candidatos a padrinos que presentan los feligreses.

«Muchos padrinos y madrinas, pese a ser buenas personas, no tienen plena conciencia del papel que deben desarrollar testimonio de la fe porque son elegidos con criterios familiares, amicales o sociales», indica el decreto.

Ante la polémica decisión, Mons. Piero Amenta, Prelado Auditor del Tribunal de la Rota Romana, declaró a ACI Stampa (agencia italiana del Grupo ACI), que según el Código de Derecho Canónico la presencia del padrino o la madrina «no es del todo necesaria ni del todo indispensable».

El punto 872 del Código de Derecho Canónico establece que «en la medida de lo posible, a quien va a recibir el bautismo se le ha de dar un padrino, cuya función es asistir en su iniciación cristiana al adulto que se bautiza, y, juntamente con los padres, presentar al niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo».

Según Mons. Amenta, el Obispo de Melfi utiliza un decreto que «suspende la vigencia del canon, que por otro lado ya relativizaba la figura del padrino y de la madrina», sin embargo el experto de la Rota considera que la decisión podría confundir.

En su opinión, «hubiese sido mejor una carta a todo el clero en la que el Obispo hubiera podido explicar que, así como el canon lo hace facultativo, se ha tomado la decisión de evitar los padrinos al menos para garantizar una uniformidad de comportamiento de parte de los párrocos».

Mons. Amenta está de acuerdo con la necesidad de decisiones valientes para renovar la pastoral sacramental pero se pregunta si la suspensión de los padrinos sea la solución adecuada.

Según el experto, se debería buscar «conferir el sacramento del Bautismo y de la Confirmación pidiendo también a los padres un tipo de recorrido de fe. Tener también la valentía de rechazar un sacramento si se dan cuenta de que la familia en la que crecen los niños y jóvenes no está en grado de transmitir ni si quiera un vago sentido de la fe».

viernes, 14 de octubre de 2016

¿Que dice la Didaché sobre el Bautismo? por José Miguel Arráiz

Didaché es una palabra griega que significa “enseñanza”. El título completo de la obra es “La instrucción del Señor a los gentiles por medio de los doce apóstoles”, o de forma más resumida “Instrucciones de los apóstoles”.

Está considerado como uno de los documentos más importantes de la Iglesia primitiva. Pertenece al grupo de escritos de los Padres Apostólicos[1]. Aunque la fecha de su composición no se conoce con exactitud algunos autores opinan que fue escrito entre los años 50 al 70, otros lo situan entre comienzos y mediados del siglo II.

Sobre el Bautismo

En la Didaché se encuentra información de valioso interés apologético porque se describen las prácticas católicas de bautizar tanto por inmersión[2] como por infusión[3]:

“Acerca del bautismo, bautizad de esta manera: Dichas con anterioridad todas estas cosas, bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en agua viva [corriente]. Si no tienes agua viva, bautiza con otra agua; si no puedes hacerlo con agua fría, hazlo con caliente. Si no tuvieres una ni otra, derrama agua en la cabeza tres veces en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Antes del bautismo, ayunen el bautizante y el bautizando y algunos otros que puedan. Al bautizando, empero, le mandarás ayunar uno o dos días antes.” (Didaché 7,1-4)

Esto es relevante porque algunas denominaciones protestantes han entendido que sólo es válido el bautismo por inmersión. Argumentan que la palabra “bautismo” es una romanización (bapto o baptizo) cuyo significado es «lavar» o «sumergir», y eso implica que la forma de bautizar ha de ser de esa manera. De allí que el bautismo por inmersión es el que se suele aplicar en comunidades eclesiales protestantes como las bautistas y evangélicas, además de algunas sectas como La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y los Testigos de Jehová. Sin embargo, el texto de la Didaché demuestra que para los primeros cristianos el significado de la palabra no establecía una manera fija para la administración del sacramento y que este podía variar de acuerdo a las circunstancias[4].

El texto de la Didaché también arroja mucha luz sobre la antigua polémica relacionada a la formula de bautismal, sobre si en la Iglesia primitiva se bautizaba sólo en nombre de Jesús como se menciona en Hechos 2,38; 8,16; 10,48; 19,5, o en nombre de la Trinidad como Jesús ordena en Mateo 28,19. La Didaché también hace referencia al bautismo en nombre del Señor (Didaché 9) pero cuando indica las palabras a utilizar al momento de bautizar se dice que ha de hacerse en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:

“Que nadie coma ni beba de vuestra acción de gracias, sino los bautizados en nombre del Señor…” (Didaché 9)

“…bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Didaché 7)

Esto apoya la tesis de que cuando en la Escritura se hace referencia al bautismo en nombre de Jesús lo que se hacía era hacer referencia de forma abreviada al bautismo en nombre de la Trinidad, diferenciandolo así de otros bautismos como el de Juan el bautista. También descarta el hecho de que la fórmula Trinitaria haya sido una interpolación tardía originada en el siglo IV, tal como han supuesto algunas sectas que rechazan la doctrina de la Trinidad[5].

NOTAS

[1] Se conocen como Padres Apostólicos a aquellos autores del cristianismo primitivo que tuvieron algún contacto con uno o más apóstoles. Son un subconjunto dentro de los Padres de la Iglesia que se compone de escritores del primer siglo y comienzos del segundo, cuyos escritos tienen una profunda importancia en el conocimiento de la fe cristiana primitiva. Se caracterizan por ser textos descriptivos o normativos que tratan de explicar la naturaleza de la novedosa doctrina cristiana.

[2] El bautismo por inmersión se realiza sumergiendo totalmente al bautizado en el agua.

[3] El bautismo por infusión se realiza derramando agua sobre la cabeza.

[4] De la misma manera que en la Sagrada Escritura se observa que la forma de bautizar no siempre pudo ser por inmersión. A este respecto se puede mencionar el hecho de que San Pablo parece ser bautizado en una casa y de pie. En Hechos 22,16 se narra un bautismo en Jerusalén de 3000 personas en un mismo día, y dado que se trata de una ciudad que no cuenta con ningún rio se hace difícil creer que se sumergiera esa cantidad de personas en algún estanque o algún poso donde se tomara el agua para beber.

[5] Quienes han argumentado que la fórmula bautismal en nombre de las Tres Divinas Personas mencionada en Mateo 28,19 es una interpolación tardía buscan apoyo en los escritos de Eusebio de Cesárea, historiador de la Iglesia del siglo IV, haciendo notar que antes del Concilio de Nicea (año 325) citaba Mateo 28,19 escribiendo “Haced discípulos a todas las gentes, bautizándolos en mi nombre” y posteriormente comenzó a citar el texto como lo conocemos hoy. Sin embargo, esto, más que probar que en la antigüedad se solía citar la Escritura de forma no textual, no tiene fuerza con respecto a la evidencia documental en la que la totalidad de manuscritos bíblicos existentes (incluyendo los más antiguos) se lee la fórmula completa: “…bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. (Vea a este respecto: ¿Bautismo sólo en nombre de Jesús?)

sábado, 14 de mayo de 2016

Joven gay logró ser el padrino de bautizo de su sobrina, por Patricia Recio

El joven publicista Jeffrey Ulate, quien hace dos semanas hizo pública su molestia porque un cura le impidió ser padrino de su sobrina, por ser homosexual, logró este domingo bautizar a la niña.

Ulate aseguró que la ceremonia religiosa se llevó a cabo gracias a la intervención del obispo de Alajuela, Monseñor Ángel San Casimiro. La pequeña Valentina, ya tiene padrino y fue bautizada en la parroquia del Invu las Cañas.

El publicista  reconoció que el asunto se trató de la mejor manera y el bautizo se llevó a cabo de forma normal, añadió que prefería no ahondar en detalles, pues quieren pasar la página y "no hacer el tema más grande".

El pasado 10 de febrero, Ulate denunció que tras haber cumplido los requisitos para convertirse en padrino de la niña, el cura párroco de San Joaquín de Flores, en Heredia, Sixto Varela, le impidió participar del sacramento por ser gay.

Sin embargo, consultado en esa ocasión, Varela dijo a La Nación que el impedimento no se dio por la homosexualidad de Ulate, sino porque éste había dicho "abiertamente que no cree en Dios ni en la Iglesia"

Tras este incidente, el Movimiento Diversidad, envió una carta al papa Francisco, denunciando discriminación de la Iglesia a causa de la orientación sexual de Ulate.

La Nación intentó conversar con el obispo de Alajuela y con el párroco a cargo de la iglesia del Invu Las Cañas, José Alfonso Benavides, pero no fue posible contactarlos en su celular y la oficina parroquial respectivamente.

Fuente: nacion.com

Sobre el sonado caso del padrino gay, por Maricruz Tasies

En mi país (Costa Rica) ha sucedido que una persona homosexual ha solicitado ser padrino de bautismo.

El párroco se ha negado por lo que la reacción de la persona fue recurrir a la denuncia pública. De su lado se pusieron la prensa y el lobby homosexualista para presionar al párroco y a su obispo con el fin de que lo aceptaran como padrino. La reacción del lobby y del joven en cuestión fue, incluso, amenazar a la Diócesis con recurrir al papa Francisco para resolver la situación.

El desenlace ha sido que el obispo ha invitado al joven a su oficina para conocer su versión y resolverla de forma razonable tras lo cual, lo que se supo por medio de la prensa y de breves entrevistas a los sacerdotes involucrados, fue que el joven –finalmente- sería padrino.

Ante estos casos existen dos aspectos que deben separarse desde el principio y ser tomados paralelamente en consideración a la hora de tomar una justa decisión:

El aspecto doctrinal: para resolver el aspecto doctrinal debe considerarse el Derecho Canónico y las enseñanzas de la Iglesia.

El aspecto político: para resolver el aspecto político debe tenerse en cuenta la presión que el lobby homosexualista ejerce a nivel mundial a través de diferentes organizaciones para, poco a poco, imponer su tiranía apoyados por la prensa, políticos y personajes de la vida pública.

Los párrocos pero, principalmente los obispos, tendrían que procurar estar muy al tanto de todas estas cuestiones no vaya a ser que sirvan de instrumento para que se imponga a los católicos la Ideología de Género que vendrá, sin lugar a dudas, acompañada de persecución religiosa.

Deberán, además, tener claro que su decisión tendría que privilegiar la salvación del alma de los involucrados como a la vez dejar muy clara su oposición a la presión política que pretendan ejercer sobre la Iglesia con el fin de hacernos pasar por sobre el Derecho Canónico y las enseñanzas de Cristo.

Por lo anterior es que estos casos demandan astucia y sagacidad. No debemos quedarnos resolviendo únicamente un solo aspecto. Ambos deben ser resueltos de forma contundente para lo que es una exigencia de la fe y de la razón estar informados así como pedir la asesoría pertinente. Ser, además, sumamente escrupulosos en la forma en que respondemos a la prensa.

Muchos somos del pensar que no será nunca suficiente el cuidado que pongamos en velar porque las enseñanzas de Cristo permanezcan intactas, incluso a costa de la reputación de los católicos ante el mundo.

El caso es que la decisión fue tomada y el joven ahora es padrino.

El resultado ha producido gran desconcierto en la mayoría de los católicos a quienes, hasta el momento, no se les ha explicado:

Las razones canónicas y doctrinales para haber accedido a la solicitud del joven. Las razones para lo que, en apariencia, fue ceder ante la presión política ejercida por el lobby homosexualista. No nos atrevemos a dudar de las razones del obispo pero requerimos de Su Excelencia conocerlas; ante todo porque sus razones nos servirán para comprender la forma en que hemos de juzgar la realidad de manera cristiana.

Excelencia Reverendísima, Monseñor Ángel Sancasimiro, por caridad, denos a conocer sus razones ya que son vitales para conducirnos como antorchas ante el mundo tal como lo ha sido el padre Sixto Varela cuando, no solo ante el joven por declararse ateo y el lobby homosexualista sino ante la prensa, de primero y con suma contundencia, presentó las razones del Derecho Canónico para, hasta el día de hoy, oponerse a la solicitud del joven.

En ese sentido, esperamos de usted también esa luz; es más, resulta una exigencia de nuestra conciencia el solicitársela.

Quedo de usted, fiel y obediente servidora, quien besa su sacerdotal anillo.

SOBRE LA AUTORA: Vivo en un lugar encantador en las faldas de una cordillera en el Valle Central de San José de Costa Rica a 1300mts sobre el nivel del mar. Dediqué buena parte de mi existencia a mi profesión: las Artes Gráficas. Enriquecí mi vida de fe en la Escuela de Ciencias Teológicas de la Universidad Católica de Costa Rica. Desde hace algún tiempo –mis conocimientos y destrezas– están al servicio de Cristo, de su Iglesia y de su Vicario, por supuesto. También puedes ponerte en contacto conmigo en maricruztasies@yahoo.com, en mi perfil de facebook o en Deo Omnis Gloria en blogger. «En el modo que tenemos de vivir las circunstancias, decimos ante todos, quién es Cristo para nosotros» L. Giussani

lunes, 14 de marzo de 2016

Acabar con los padrinos de bautismo, por el P. Jorge González Guadalix

Interesante comprobar que justo las cosas a las que damos más importancia, son las que realmente más escaso valor tienen. Por ejemplo, el tema de los padrinos en el bautismo que no es ni siquiera obligatorio.

El Código de derecho canónico dice al respecto:

“En la medida de lo posible, a quien va a recibir el bautismo se le ha de dar un padrino, cuya función es asistir en su iniciación cristiana al adulto que se bautiza, y, juntamente con los padres, presentar al niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo. Téngase un solo padrino o una sola madrina, o uno y una”.

Es decir, si se puede, pero solo si se puede. Lo que afirma el código a continuación es que sí debe haber al menos un testigo.

En la realidad el problema es que en la gran mayoría de los casos los padrinos son institución en la práctica casi del todo inútil y fuente de conflictos casi de forma permanente. Que si Manolito, aunque tenga doce años, los tíos que mira por donde no están casados canónicamente, los primos de Massachusetts o la ilusión de dos madrinas o dos padrinos que, con un poco de suerte encima son pareja y más que de hecho. Es decir, escasa aportación y sobra de conflictos, amén de ninguna obligatoriedad.

Pues se acabaron los padrinos. ¿Tan complicado es? O los niños son educados por los padres o no hay nada que hacer salvo en especialísimas circunstancias. Vienen los papás a bautizar. Perfecto, se habla con ellos y adelante con el bautizo. ¿Padrinos? No son necesarios, únicamente que alguien aporte su firma como testigo.

La figura del padrino podía dejarse para el caso de que los papás no se opongan al bautizo, pero muestren explícitamente su ausencia de fe y vida cristiana. Vale. En ese caso que se asignen, de acuerdo con los padres, un padrino, una madrina o padrino y madrina que velen realmente por la educación en la fe del neófito.

¿Creen que sería de verdad algo tan peliagudo? Desde luego yo sería partidario que acabar por completo con la figura de padrino o madrina con la salvedad de casos especiales. Incluso me atrevería a una nueva redacción del canon 872 dejándolo en un “para el bautismo no es necesaria la figura de los padrinos, salvo en el caso de que los padres manifiesten su incapacidad de educar en la fe a su hijo y delegan expresamente esta función en otra persona”. Mejoraríamos bastante, incluso en lo teológico, y no creo que fuera algo tan disparatado.

Fuente:infocatolica.com

viernes, 4 de marzo de 2016

Un párroco bautiza a una niña con dos madres, que aparecen como tales en la partida de bautismo

Juan Carlos Alameda, párroco de la localidad tinerfeña de Tejina (España), ha bautizado a una niña ante la presencia de sus dos madres, Jésica y Sherezade, por entender que su labor como pastor es «acoger a las personas como las acoge Jesucristo», y así poder dar respuesta a la realidad.

La niña fue bautizada como Lucía el pasado fin de semana en Tejina (La Laguna) acompañada por sus dos mamás, que contrajeron matrimonio el 15 de junio de 2012 y tuvieron a su hija en diciembre del año pasado. Ambas mujeres figuran como progenitoras en el certificado de bautismo.

El párroco ha indicado en declaraciones a Efe que la solicitud de las mujeres de bautizar a la niña no le supuso «ningún problema», pues ambas son cristianas, quieren vivir la fe cristiana e igual postura tienen los padrinos, con lo que el bautizo ha estado conforme a las normas de la Iglesia.

«El bautismo no se puede negar», asevera Juan Carlos Alameda, quien indica que cuando las madres de Lucía le preguntaron «¿qué te parece? él contestó: a mí no me tiene que parecer nada», pues su labor como pastor «es acoger a las personas» y por ello «no hay ninguna otra peculiaridad».

Consultó con el obispado

Las mujeres son creyentes y tras decidir bautizar a la niña y hacérselo saber al párroco éste consultó con la Vicaría de Justicia del Obispado simplemente para inscribirlo en los documentos, pues en el sacramento «no hay ninguna variante ni otra cosa que lo prohíba».

De hecho, comenta Alameda, hace tiempo «que los párrocos, al estar más en contacto con la gente diariamente, preguntamos cómo actuar para actuar bien, acoger y ver siempre cómo está la legalidad civil».

Concluye el párroco que «en los tiempos que corren y en la medida en que nos pongamos delante de Jesucristo, si tenemos fe podremos encontrar la paz y la verdadera realización».

Fuente: infocatolica.com

miércoles, 21 de octubre de 2015

Nuestro sacerdocio bautismal, por el P. Javier Sánchez Martínez

Los nuevos hijos de la Iglesia reciben por las aguas bautismales y la unción con santo Crisma una impronta, un estatuto nuevo: ya son profetas, sacerdotes y reyes. Esto marca la vida cristiana señalándole un tono muy concreto para vivir en el mundo.

¿Pero cómo se es sacerdote por el bautismo? ¿Qué da, qué significa, qué conlleva, que todos somos sacerdotes por nuestro bautismo? ¿Cuál es este "sacerdocio común", que así se llama?

Vayamos a la doctrina de la Constitución Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II:

"Cristo Señor, Pontífice tomado de entre los hombres (cf. Hb 5,1-5), de su nuevo pueblo «hizo... un reino y sacerdotes para Dios, su Padre» (Ap 1,6; cf. 5,9-10). Los bautizados, en efecto, son consagrados por la regeneración y la unción del Espíritu Santo como casa espiritual y sacerdocio santo, para que, por medio de toda obra del hombre cristiano, ofrezcan sacrificios espirituales y anuncien el poder de Aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz (cf. 1 P 2,4-10). Por ello todos los discípulos de Cristo, perseverando en la oración y alabando juntos a Dios (cf. Hch 2,42-47), ofrézcanse a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios (cf. Rm 12,1) y den testimonio por doquiera de Cristo, y a quienes lo pidan, den también razón de la esperanza de la vida eterna que hay en ellos (cf. 1 P 3,15)" (LG 10).

Concentra muy bien los puntos de vida del sacerdocio bautismal:

- se ejerce por medio de las obras santas de la vida
- ofrecen sacrificios espirituales (todo se ofrece a Dios: trabajo, alegrías, pequeñas mortificaciones, el ejercicio de la paciencia o de la fortaleza o de la templanza...)
- anuncien a Cristo, como evangelizadores en su familia, en sus ámbitos laborales o de amistad, en el mundo
- se vive mediante la oración personal y litúrgica
- se ofrecen a Dios por completo
- dan testimonio de vida
- y dan razón de su propia esperanza, de su fe (la razonabilidad de la fe).

A veces se han creado intencionadamente confusiones; todos somos sacerdotes por el bautismo, sí, pero el sacerdocio bautismal no es igual que el sacerdocio ministerial (de los presbíteros), ni éste es una delegación de los fieles. Sigue la Const. Lumen Gentium:

"El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque diferentes esencialmente y no sólo en grado, se ordenan, sin embargo, el uno al otro, pues ambos participan a su manera del único sacerdocio de Cristo [16]. El sacerdocio ministerial, por la potestad sagrada de que goza, forma y dirige el pueblo sacerdotal, confecciona el sacrificio eucarístico en la persona de Cristo y lo ofrece en nombre de todo el pueblo a Dios. Los fieles, en cambio, en virtud de su sacerdocio regio, concurren a la ofrenda de la Eucaristía [17] y lo ejercen en la recepción de los sacramentos, en la oración y acción de gracias, mediante el testimonio de una vida santa, en la abnegación y caridad operante" (LG 10).

Somos sacerdotes por el bautismo en medio del mundo: consagrados a Dios, es misión de todo bautizado orar personal y comunitariamente en la liturgia para santificarlo todo y es misión la de ofrecer a Dios todos y cada uno de nuestros actos para su gloria y para el bien de los hombres.

El santo crisma, recibido en la Confirmación, nos consagra para Dios y para el ejercicio de un culto santo. Somos sacerdotes de nuestra propia existencia para un culto verdadero, en espíritu y verdad, una liturgia viva, "existencial".

Orígenes, en el siglo III, lo desgranaba hermosamente:

"Cada uno de nosotros tiene en sí un holocausto y enciende en sí mismo el altar de su holocausto, para que continúe siempre ardiendo. Cuando renuncio a todo lo que poseo, y tomo mi cruz y sigo a Cristo, he ofrecido un holocausto en el altar de Dios. Cuando poseo el amor y doy mi cuerpo a las llamas y alcanzo la gloria del martirio, me he ofrecido a mí mismo como holocausto en el altar de Dios. Cuando amo a mis hermanos hasta dar la vida por ellos, cuando combato hasta el fin por la justicia, por la verdad, he ofrecido un holocausto en el altar de Dios. Cuando con la mortificación de mis miembros me mantengo libre de cualquier concupiscencia de la carne, cuando el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo, he ofrecido un holocausto en el altar y me convierto a mí mismo en sacerdote de mi ofrenda" (In Lev. hom., 9,9).

Es una hermosa catequesis y profundamente realista: nos enseña a vivir como sacerdotes en medio del mundo.

Fuente: religionenlibertad.com
P. Javier Sánchez Martínez, diócesis de Córdoba, España.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Si no me dejan ser padrino, apostato, por el P. Guillermo Juan Morado

Realmente, la vida nos pone a prueba. En nuestros actos manifestamos quienes somos. A todos nos llega, alguna vez, la “hora de la verdad”. Uno puede pensar que es lo que no es en realidad. No podemos pensar, por ejemplo, que somos pacientes si, al menor contratiempo, saltamos por las paredes. La paciencia se demuestra cuando toca padecer o soportar algo. Sin esa prueba de fuego, jamás podríamos verificar si somos o no, de verdad, pacientes.

La figura del padrino del Bautismo es controvertida. Y lo es porque, con frecuencia, aparece como algo decorativo, casi ornamental, sin sustancia. Lo esencial, a la hora de bautizar a un niño, o a un adulto, es que el comienzo de vida nueva que supone el Bautismo se desarrolle. Y para que una vida pueda desarrollarse se necesitan ayudas, tanto en el plano meramente humano como en el plano de la fe.

¿A quién le corresponde prestar esta ayuda? Si se trata de niños, les corresponde, claramente, a los padres. Los padres no solo han de querer bautizar a su hijo, sino que han de querer que su hijo crezca como cristiano. Sin esa disposición, sería preferible que, salvo peligro de muerte, no llevasen a bautizar a sus hijos. Los sacramentos no tienen como finalidad generar apóstatas, sino creyentes.

En esta línea, de apoyo al crecimiento en la fe del recién bautizado, se sitúa el papel de los padrinos, o del padrino o de la madrina. La Iglesia no obliga a que haya padrinos: Puede haber un padrino, o una madrina, o un padrino y una madrina. Puede haberlo, pero no es necesario que lo haya: “En la medida de lo posible”, dice el canon 872.

Eso significa que si no hay nadie, en el entorno cercano del neófito, que pueda, de verdad, cumplir esa función responsablemente, es mejor prescindir de ella. El famoso dicho: “El que no tiene padrinos, no se bautiza”, es falso. Es, hoy por hoy, una leyenda urbana.

Ah, pero si alguien ha de ser padrino o madrina, ha de poder serlo: “deben ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida cristiana” (Catecismo, 1255). Su tarea es una verdadera función eclesial.

Y, de todos modos, haya o no padrinos, toda la comunidad eclesial “participa de la responsabilidad de desarrollar y guardar la gracia recibida en el Bautismo” (Catecismo, 1255).

No hay un derecho universal a ser padrinos. Como no lo hay a ser Papa. Para ser padrino o Papa hay que reunir las condiciones  básicas que facultan para desempeñar esas tareas. Y es preciso, también, ser elegido para desempeñarlas. Un Papa no se elige a sí mismo: Lo eligen los cardenales. Un padrino tampoco se postula a sí mismo. Lo elige quien va a bautizarse, o sus padres o el párroco. Pero no caprichosamente, sino si tiene la capacidad para esa misión y la intención de desempeñarla.

Que alguien que estaría llamado a ayudar al bautizado en su camino de fe, solo por no ser aceptado como padrino o madrina, anuncie que el niño no se bautizará y que él mismo piensa, en protesta, apostatar, solo confirma que no era, en absoluto, una persona apropiada para cumplir esa misión.

Fuente: infocatolica.com

miércoles, 2 de septiembre de 2015

El Obispo de Cádiz anuncia que Roma no permite a la mujer transexual de San Fernando ser padrino de bautismo

En una comunicación enviada a los medios, Mons. Rafael Zornoza, obispo de Cádiz y Ceuta, ha indicado que tras consultar a la Santa Sede sobre el caso de la persona transexual que pidió apadrinar a un sobrino en su diócesis, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha respondido que no es posible admitirla como padrino de bautismo. En consecuencia, el obispo ha hecho saber a los interesados que no puede aceptarse su solicitud.

El obispo consultó a la Congregación del Vaticano ante la complejidad y escándalo suscitado por el anuncio, no oficial, de que la mujer que se presenta como transexual sería padrino de su sobrino en San Fernando, Cádiz. El asunto fue objeto de diversos reportajes y entrevistas con manipulación mediática, así como de manifestaciones de los habituales grupos de presión del colectivo LGTB, en un evidente intento de desviación del centro de interés de la opinión pública.

Comunicado de Mons. Rafael Zornoza, Obispo de Cádiz y Ceuta

En relación con las declaraciones aparecidas en diferentes medios en referencia a la denegación o aceptación como padrino de bautismo de una persona que se presenta como transexual, tengo el deber pastoral de manifestar pública y definitivamente lo siguiente:

Los padrinos del Sacramento del Bautismo asumen, ante Dios y su Iglesia y en relación con el bautizado, el deber de cooperar con los padres en su formación cristiana, procurando que lleve una vida congruente con la fe bautismal y cumpla fielmente las obligaciones inherentes. En vista de esa responsabilidad, el Catecismo de la Iglesia Católica pide que los padrinos sean «creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado ... en su camino de la vida cristiana»(CEC, n. 1255). Por todo ello, al ser una función eclesial la ley de la Iglesia exige, entre otras condiciones, que sólo sea admitido como padrino o madrina quien tenga capacidad para asumir seriamente estas responsabilidades y lleve un comportamiento congruente con ellas (cf.CIC, can. 874 §1, 3). Si no fuera posible hallar una persona que reúna las cualidades necesarias, el párroco puede conferir el Bautismo sin padrinos, que no son necesarios para celebrar este Sacramento.

Ante la confusión provocada entre algunos fieles al haberme sido atribuidas palabras que no he pronunciado, y por la complejidad y relevancia mediática alcanzada por este asunto, teniendo en cuenta las posibles consecuencias pastorales de cualquier decisión al respecto, he elevado una consulta formal ante la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuya respuesta ha sido:

«Sobre este particular le comunico la imposibilidad de que se le admita. El mismo comportamiento transexual revela de manera pública una actitud opuesta a la exigencia moral de resolver el propio problema de identidad sexual según la verdad del propio sexo. Por tanto resulta evidente que esta persona no posee el requisito de llevar una vida conforme a la fe y al cargo de padrino (CIC can 874 §3), no pudiendo por tanto ser admitido al cargo ni de madrina ni de padrino. No se ve en ello una discriminación, sino solamente el reconocimiento de una objetiva falta de los requisitos que por su naturaleza son necesarios para asumir la responsabilidad eclesial de ser padrino»

El Papa Francisco ha afirmado en varias ocasiones, en continuidad con el Magisterio de la Iglesia, que esta conducta es contraria a la naturaleza del hombre. En su última encíclica acaba de escribir:

«La ecología humana implica también algo muy hondo: la necesaria relación de la vida del ser humano con la ley moral escrita en su propia naturaleza, necesaria para poder crear un ambiente más digno. Decía Benedicto XVI que existe una «ecología del hombre» porque «también el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo». En esta línea, cabe reconocer que nuestro propio cuerpo nos sitúa en una relación directa con el ambiente y con los demás seres vivientes. La aceptación del propio cuerpo como don de Dios es necesaria para acoger y aceptar el mundo entero como regalo del Padre y casa común, mientras una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de dominio sobre la creación. Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados, es esencial para una verdadera ecología humana. También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este modo es posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra del Dios creador, y enriquecerse recíprocamente. Por lo tanto, no es sana una actitud que pretenda «cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma» (Laudato si, n.155).

Por estas razones,se ha hecho saber a los interesados que no puede aceptarse su solicitud.
La Iglesia acoge a todas las personas con caridad queriendo ayudar a cada uno en su situación con entrañas de misericordia, pero sin negar la verdad que predica, que a todos propone como un camino de fe para ser libremente acogida.

Fuente: infocatolica.com

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