Tradicionalmente, la fiesta del Bautismo de Jesús se celebraba el día 6 de enero junto con otros dos eventos evangélicos bien conocidos: la Visita de los Magos de Oriente y las Bodas de Caná, manifestaciones las tres de la Epifanía (majestad) del Señor. Es más que posible que en algún momento de la vida del paleocristianismo, y de manera parecida a cómo aún hoy continúa siendo entre los cristianos armenios, se celebrara también en la misma fecha el propio nacimiento de Jesús.
Como quiera que sea, en 1955 el Papa Pío XII siente la necesidad de separar el Bautismo de Jesús de los otros dos eventos con los que comparte la festividad, emplazando la nueva fiesta en el 13 de enero, día en el que finaliza la llamada Octava de la Epifanía que da comienzo, precisamente, el 6 de enero. Con lo que, a partir de ese momento, dicho 6 de enero se queda para celebrar tanto la Visita de los Magos de Oriente a la que se refiere Mateo y sólo Mateo (Mt. 2, 1-12), como, de manera mucho menos conocida, también el evento de las Bodas de Caná, que relata Juan y sólo Juan (Jn. 2, 1-12).
No es el último cambio que sufre la festividad, pues en 1969, Pablo VI volverá a trasladar su fecha, dándole esta vez, al igual que sucede con tantas otras fiestas del calendario cristiano (Domingo de Gloria, Domingo de Resurrección, Pentecostés, etc.), carácter móvil, y emplazándola en el primer domingo posterior a la fiesta de la Epifanía el 6 de enero. Una fiesta que este año hemos celebrado ayer mismo, 8 de enero, y que, en cualquier caso, pone fin al ciclo litúrgico que se da en llamar “tiempo de navidad”, al que sigue desde el día siguiente el primer "tiempo ordinario" del año (después de Semana Santa se inicia el segundo).
Juan Pablo II inició una bella costumbre cual es la de bautizar un número de niños con ocasión de la festividad, costumbre que su sucesor Benedicto XVI ha mantenido y consolidado, como de hecho demostró ayer derramando las aguas bautismales sobre 16 niños en la Capilla Sixtina.
Mientras la Iglesia Anglicana celebra el bautismo de Jesús de manera parecida a como lo hace actualmente la Iglesia de Roma, separándolo pues de la Visita de los Magos, las iglesias ortodoxas suelen hacerlo como lo hacía antes la Iglesia Católica, es decir, como una más de las celebraciones epifánicas del 6 de enero.
Fuente: religionenlibertad.com
Como quiera que sea, en 1955 el Papa Pío XII siente la necesidad de separar el Bautismo de Jesús de los otros dos eventos con los que comparte la festividad, emplazando la nueva fiesta en el 13 de enero, día en el que finaliza la llamada Octava de la Epifanía que da comienzo, precisamente, el 6 de enero. Con lo que, a partir de ese momento, dicho 6 de enero se queda para celebrar tanto la Visita de los Magos de Oriente a la que se refiere Mateo y sólo Mateo (Mt. 2, 1-12), como, de manera mucho menos conocida, también el evento de las Bodas de Caná, que relata Juan y sólo Juan (Jn. 2, 1-12).
No es el último cambio que sufre la festividad, pues en 1969, Pablo VI volverá a trasladar su fecha, dándole esta vez, al igual que sucede con tantas otras fiestas del calendario cristiano (Domingo de Gloria, Domingo de Resurrección, Pentecostés, etc.), carácter móvil, y emplazándola en el primer domingo posterior a la fiesta de la Epifanía el 6 de enero. Una fiesta que este año hemos celebrado ayer mismo, 8 de enero, y que, en cualquier caso, pone fin al ciclo litúrgico que se da en llamar “tiempo de navidad”, al que sigue desde el día siguiente el primer "tiempo ordinario" del año (después de Semana Santa se inicia el segundo).
Juan Pablo II inició una bella costumbre cual es la de bautizar un número de niños con ocasión de la festividad, costumbre que su sucesor Benedicto XVI ha mantenido y consolidado, como de hecho demostró ayer derramando las aguas bautismales sobre 16 niños en la Capilla Sixtina.
Mientras la Iglesia Anglicana celebra el bautismo de Jesús de manera parecida a como lo hace actualmente la Iglesia de Roma, separándolo pues de la Visita de los Magos, las iglesias ortodoxas suelen hacerlo como lo hacía antes la Iglesia Católica, es decir, como una más de las celebraciones epifánicas del 6 de enero.
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